Guerra en Ucrania

La opción de rendirse

El mundo pudo evitar una guerra larga y devastadora con solo haber permitido que Hitler se quedara con Polonia, y con no responder al avance de sus tropas hasta el Atlántico y casi hasta Moscú

Dudar es lo que define a las mentes abiertas. Por tanto, es natural tener serias dudas sobre el efecto real que pueda tener el envío de armas a Ucrania, como ha decidido la mayoría de los países europeos. Es lógico que, incluso quien ha resuelto este debate en una u otra dirección, lo haya hecho sin la tranquilidad de espíritu que da tener el convencimiento absoluto de lo que se ha decidido. No se puede predecir el futuro, y menos aún cuando se trata de un episodio terrible como el que nos ocupa.

La primera duda a resolver ante una guerra consiste en establecer qué opción es la prioritaria: si lo más importante es que la guerra termine ya, sea como sea, o si lo más importante es que esa guerra no la gane el malo.

En 1939, Occidente consideró que lo prioritario era que no ganara el malo. De hecho, el mundo pudo evitar una guerra larga y devastadora con solo haber permitido que Hitler se quedara con Polonia, y con no responder al avance de sus tropas hasta el Atlántico y casi hasta Moscú, mientras se ponían en funcionamiento los hornos crematorios. La mejor forma de no escalar en un conflicto es, por ejemplo, dejar que actúen los jemeres rojos en Camboya, aunque eliminen físicamente a varios millones de personas. Y si seguimos aplicando esta doctrina desahogada, los republicanos españoles deberían haberse rendido el mismo 18 de julio de 1936, y España se podía haber ahorrado tres años de guerra y cientos de miles de muertos.

Dar la razón al agresor y/o rendirse ante él es el mecanismo más rápido para que termine un conflicto violento. Pero en el caso de Ucrania, los directamente afectados, que son los ucranianos, ni dan la razón a su agresor, porque no la tiene, ni se quieren rendir. Y a quienes podamos tener dudas sobre qué hacer nos están pidiendo ayuda. Rendirse siempre es una opción, pero quien tiene que decidirlo es el agredido.

Faltan diez minutos para que alguno se enfade con los ucranianos por estar tan empeñados en no dejarse pisotear por un matón.