Guerra en Ucrania
Putin nuclear
Las alusiones a armas nucleares, sin especificar, no está pensada por su eficacia bélica, sino por su impacto en la escalada
La guerra continuará, no se puede saber cuánto ni con qué resultados, pero Putin, que luchaba por su fortalecimiento y perpetuación, ya ha perdido la partida. Sus insistentes referencias a las armas nucleares son una muestra de su desesperación.
A mediados del 2020 llevó a cabo un referéndum, a la rusa, claro está, sobre una reforma constitucional que le permite, tras ya 20 años en el poder, presentarse todavía a otros dos mandatos presidenciales de seis años, lo que lo sitúa dentro, a día de hoy, de 14, en el 2036, con 84 cumplidos.
Desde Hiroshima y Nagasaki, el tabú nuclear había sido escrupulosamente respetado. Toda la teoría estratégica nuclear está encaminada a la disuasión y se basa en la Destrucción Mutua Asegurada, MAD, según sus iniciales en inglés, idioma en el que la palabra significa loco o locura. Siempre ha habido quienes aseguran que MAD is mad. Se trata de hacer inviable, prácticamente impensable, un ataque nuclear porque, por destructivo que sea, la otra parte conservará una fuerza de réplica indestructible, sobrada para causar un daño equivalente al que primero las utilice. Incluso con mucho menos, los países, más bien regímenes, llamados «rogue», bribones en inglés, como Corea del Norte, Irán o en su momento la Libia de Gadafi, las buscan afanosamente, contando que los inmuniza frente a toda una superpotencia. El terror nuclear se convierte en el garante de la paz y de la supervivencia de dichos regímenes. Pero yendo un poco más allá, esperan también que les garantice una cierta libertad de acción, que en el caso de los ayatolas concierne a sus aspiraciones hegemónicas en todo el oriente medio árabe y sunita.
Esta es la doctrina americana y occidental. Los soviéticos nunca la hicieron suya, pero entraron en el juego de la No Proliferación, para tratar de reservarse un potencial nuclear lo más exclusivo posible, que le permitiera codearse con los americanos. Los chinos están acelerando su programa armamentístico de esa naturaleza, con los mismos objetivos.
Esta doctrina, aunque trata de abarcar todas las armas nucleares, vale sobre todo para las estratégicas. Las de enorme potencia, que podrían arrasar ciudades y, proyectadas mediante misiles de muy larga distancia, podrían alcanzar de un continente a otro. Por eso Kim Jong-un exhibe su cohetecito y los ayatolas hacen lo que pueden, por más que pretendan que su programa nuclear es de carácter puramente civil.
Con las armas nucleares tácticas, las cosas están menos claras. Ni siquiera su definición. En principio están pensadas como armas de combate, en casos extremos, pero su mera naturaleza nuclear parece dotarlas de implicaciones que van mucho más allá. Estratégicas, diríamos. Sin embargo, curiosamente, su nombre alternativo es «armas nucleares no-estratégicas». Simplificando, son, en principio, armas nucleares de baja potencia, y corto alcance. Las hay de hasta solo 10 kilotones, siendo el kilotón el equivalente, en capacidad explosiva, a una tonelada de TNT, trinitrotolueno, un explosivo muy potente. Tengamos en cuenta que las bombas que pusieron fin a la Segunda Guerra Mundial eran de 15 Kilotones. Otros tantos miles de toneladas de TNT. Desde hace ya mucho las hay de megatones: mil veces mil, un millón de toneladas. Hay bombas convencionales de gran peso que llegan a igualar o superar a las nucleares tácticas. Lo que diferencia a éstas, además del peso y el volumen, es que su utilización supone traspasar el tabú nuclear, lo que nos adentra en el terreno del terror impredecible.
Y eso es lo que están insinuando, insistentemente, Putin y los suyos, porque, debido a enormes errores de apreciación y cálculo, han llevado las cosas a un punto en el que si se mantienen en el plano convencional es posible que pierdan la guerra, una derrota que para ellos es existencial y por tanto no se pueden permitir. Pero si el nuevo jefe de la operación, el general Dvornikov, el carnicero de Siria, el que redujo Alepo, la mayor ciudad siria, a escombros, intenta hacer lo mismo con las ciudades ucranianas, lo que ya es realidad en Mariúpol, y se ha apuntado en la pasada semana con una nueva bomba en la capital y el bombardeo de Lvov, con 7 muertos, en el extremo oeste del país, cerca de la frontera con Polonia, puede conseguir que USA y los europeos entreguen a Kiev misiles antiaéreos de mucho más alcance que los Stinger que ya les han proporcionado, muy eficaces sólo contra los helicópteros, y misiles antimisiles, como los Patriot americanos o el Iron Dome, el escudo antimisles israelí, lo que reduciría el fuego ruso a cohetes y artillería, de mucha mayor proximidad respecto a sus objetivos y por tanto vulnerables a armas del mismo porte.
Pero las alusiones a armas nucleares, sin especificar, no está pensada por su eficacia bélica, sino por su impacto en la escalada. Esa es la gran asignatura pendiente en esta guerra.
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