Mascarillas

El crédito y la opinión

Nuestros mayores materializaban la confianza en el estrechón de manos, signo de abierto compromiso y la palabra de honor cerraba el círculo de posibles desconfianzas

Incluye estos conceptos D. Pedro Calderón de la Barca en conocido verso que para los miembros de las Fuerzas Armadas constituye viva norma moral y de conducta:

«aquí, en fin, la cortesía,

el buen trato, la verdad,

la fineza, la lealtad, el honor, la bizarría,

el crédito, la opinión,...

fama, honor y vida son...».

No es la primera vez que recurro al pensamiento que nos legó el histórico soldado. Seguro no será la última. Y lo hago porque entre la maraña de manipulaciones, mentiras y falsas promesas entre las que nos movemos, veo resurgir un nuevo sentido de la responsabilidad e incluso una atención más serena sobre nuestra política de Defensa. Como si pasásemos de una insegura pubertad a una serena mayoría de edad. Parto de la base que el sacrificio y el esfuerzo dan sus frutos. Y hay mucha gente en España que se esfuerza y sacrifica alargando milagrosamente la mensualidad de su pensión, ayudando a hijos y nietos, llevando con valor y resignación los efectos negativos de una cruel pandemia que nos ha apabullado durante dos años.

Pienso en términos militares en la cantidad de Laureadas de San Fernando que se habría ganado nuestro colectivo sanitario. ¡En muchos casos más que héroes! Colectivo al que debe dolerle el descubrimiento de mordida millonarias cuando a ellos les faltaban mínimos de seguridad.

Hablo de cierta regeneración cuando leo un dato significativo: las tendencias de los oyentes de la radio, (1) que sigue siendo un medio más fiable que las televisiones, sometidas estas en su mayoría, a intereses partidistas.

¿Dónde sitúa hoy nuestra sociedad esta confianza en la persona –el llamado crédito– y en sus criterios, la opinión? ¿Nos sirven los estudios y encuestas de un CIS manipulado hasta el hartazgo? ¿Creemos realmente en las promesas de nuestros dirigentes políticos?

Nuestros mayores materializaban la confianza en el estrechón de manos, signo de abierto compromiso y la palabra de honor cerraba el círculo de posibles desconfianzas. Hoy desgraciadamente son figuras desaparecidas; el honor, concepto caduco; la moral escudada tras un trampantojo, desfigurada, falsa. Como la respuesta de aquel marido sorprendido por su esposa en la cama de su amante: «Cariño: esto no es lo que parece», nada hoy es lo que parece. Se intenta constantemente desvirtuar la realidad en beneficio de una opción de poder, cuando lo que necesitamos son políticas y dirigentes íntegros, que la estimulen, animen, e impulsen.

Por supuesto no generalizo. Políticos honestos los hay y corrientes sociales y políticas, apuntan a un futuro regenerador que nos saque de este pozo «sin crédito ni opinión» en que vivimos; de él, infectado, nacen todas las plagas. Ahora descubrimos quiénes se enriquecieron con la compra de material sanitario de urgencia y que se valieron de la falta de crédito de personas que reiteradamente mintieron diciendo que las mascarillas no eran necesarias en lugar de prever su adquisición, incluso enseñar a un pueblo adulto, a confeccionarlas de emergencia en casa o en pequeños talleres locales, ante la dificultad de obtenerlas en un mercado internacional con gran demanda. ¿Esperaban que todo el mundo fuese honesto? ¿Lo fueron los accionistas de las grandes farmacéuticas? También ahora saldrán quienes se benefician de una cruel guerra en Ucrania, vendiendo armas inservibles o repuestos a precio de oro.

Pienso en la frase de otro soldado, Miguel de Cervantes, que sirve para reflejar lo que algunos de nuestros responsables políticos manipulan con alto riesgo: «Cuando el zorro llega y predica en el corral, no están seguros los pollos», a lo que habría que añadir, tampoco están seguros sus alimentos, sus corrales, sus patrimonios, sus propiedades, sus libertades.

Aldous Huxley refuerza mi idea, de que vivimos tiempos de discursos huecos, de promesas incumplidas y de mentiras encadenadas, cuando dejó escrito con maestría: «Cuanto más siniestras son las intenciones de un político, más pomposo se vuelve su lenguaje». Pomposos que necesitan una pléyade de amigos agradecidos, bien pertrechados económicamente, que acaban creyéndose sus mentiras, cubriendo sus vergüenzas morales con pactos, –incluso con los zorros–, con tal de asegurar cotas de poder.

Ahora con el tema de las posibles escuchas a líderes golpistas del fracasado «proces», todo volverá a agitarse, sin entrar a juzgar cómo el portal «Catalangate» propiedad de Omnium Cultural registrado el 10 de enero, podía y sabía explotar en pocas horas el impacto mediático que causaba la noticia al ser recogida por un medio extranjero. ¿Eficaces un conocido Elies Campo y Omnium en la extensión y explotación victimista de la noticia o eficaces en una estudiada manipulación de medias verdades, tiempos y momentos?

No. No es fácil dar crédito y valorar la opinión.

(1) Indiscutiblemente debe valorarse la mayoritaria valoración ciudadana por la cadena de la Iglesia.

Luis Alejandre Sintes es general (r)