CNI

Entre espías anda el juego

Va a ser curioso porque entre esos nacionalistas abundan las historias de espionaje, no como sujetos pasivos sino como elementos activos de la obtención de información

Una vez más la señora Batet se ha arrastrado ante quien la colocó en su puesto para admitir a nacionalistas de distintos pelajes en la comisión del Congreso que controla al CNI. Va a ser curioso porque entre esos nacionalistas abundan las historias de espionaje, no como sujetos pasivos sino como elementos activos de la obtención de información. Los más veteranos en esto son, sin duda, los del PNV, que cuentan en su haber la colaboración con diversos servicios extranjeros –desde los nazis hasta la CIA, pasando por el MI6– y con varios héroes al respecto –como el cura Abadía o el profesor Galíndez–, amén de sus conexiones con el aparato extorsionador de ETA. Pero no les van a la zaga los albaceas de esta última organización que ahora se reúnen en Bildu, aunque en este caso su experiencia fue más bien local, aunque fructífera, pues los 34.700 expedientes de información que abrieron les sirvieron no sólo para organizar una multitud de «ekintzas» –así denominaban a sus actuaciones para disimular su violencia– sino para extraer más de 170 millones de euros del empresariado vasco.

No obstante, lo de Batet ha surgido como solución de urgencia al asunto de Pegasus. Y eso es otra cosa. Desconozco si el CNI ha espiado a los independentistas catalanes, aunque tengo la convicción de que éstos son unos virtuosos de la desinformación, pues no de otra forma se explica que el gobierno de Rajoy –al que se atribuye el primer uso del software israelí– no se percatara de lo del referéndum y la independencia, algo que cualquiera que bebiera en fuentes abiertas se veía venir.

Así que, en la comisión de marras se van a reunir unos cuantos peritos de todas las ramas del espionaje; y seguramente, como escribió en sus memorias John le Carré, estarán atentos «a la transgresión humana y a los numerosos caminos de la traición». Es el destino de los que comparten la logia secreta. De ahí surgirán todo tipo de engaños para ocultar lo que tal vez todo el mundo sabe, o más bien intuye, pero no logra reconocer. Claro que el escritor británico ya advirtió que «la auténtica verdad no reside en los hechos, sino en los matices».