PSOE

El partido de los mangantes

Tras diplomarse en corrupción, el PSOE recurre al arte de enlodar la campaña andaluza

Se ve y nota que ya estamos otra vez en campaña electoral. La anterior de Castilla y León fue la de la carne: la izquierda despotricando contra el chuletón y la derecha entregada a la defensa del lechazo. Antes Iglesias hizo de las elecciones madrileñas un sumidero de violencia política, con denuncias de envíos de cartas amenazantes y el montaje de la famosa navaja fascista que resultó ser obra de un desequilibrado. Pero da igual, por embarrar que no quede. Decía Felipe González que en las campañas electorales hay siempre mucha mierda. Y es verdad. La dirigencia española siente cierta fascinación por enlodarse con discursos fecales ora de violencia ora de mojigangas taberneras. De manera que gente como Adriana Lastra se siente estos días en su salsa sacándole brillo a la basura. Ahora nos ha salido la mujer, tras escuchar previamente a su jefe en las Cortes, con el discurso de la mangancia. Feijóo y su cuadra forman parte del Partido de los Mangantes, y lo dice en Andalucía, cumbre de la corrupción socialista con los 680 millones desaparecidos de los ERE, con decenas de condenados y vergonzantes gastos en juergas y puticlubs. Nada nuevo, teniendo en cuenta que fue en Barbate donde GuanGuerra, «mihenmano», comenzó la carrera de sableo en la que se formaron decenas de cargos socialistas y que culminó con el «Caso Edu» de la formación profesional para desempleados, con tres mil millones defraudados. A los Ollero les habían cazado antes con los maletines de la A-92, en Intelhorce gorronearon las subvenciones y ahora mismo hasta la esposa del candidato Espadas está acusada de haber sido contratada por «enchufe». Eso sin olvidar la pasión por las mariscadas del sindicato hermano, registradas en el libro de los récords.

No, pero es verdad que en el PP ha habido choriceo. Como en el PNV y en el partido de Pujol y el mismísimo Pujol. Cientos de millones desaparecidos en el arte del unte. Sólo que cuando el corrupto es del PP es mucho más corrupto que todos los demás. Los medios se ensañan hasta destruirlo en vida. A Paco Camps le condenaron a golpe de telediario con la gaita de los trajes y de la Fórmula 1, pese a que luego ha sido absuelto en todos los procedimientos. Y Rita Barberá murió en pleno asedio mediático por regalar naranjas valencianas por Navidad. Otros peperos fueron condenados, ciertamente, aunque nada si se compara con la historia de filesas, malesas, fondos reservados e Ibercorp del partido de Sánchez. Hizo época el latrocinio de Luis Roldán. El trinque del AVE fue espectacular. Y la directora del BOE salió en todos los periódicos por su afición sobrecogedora.

El presidente está de celebración porque justo mañana cumple cuatro años desde que subió a los altares. Llegó diciendo que iba a acabar con la corrupción, pero en su partido sigue habiendo casos de raterismo. Por ejemplo, lo del hermanísimo de Chimo Puig. O los contratos de las mascarillas de la época de Illa. O los tres ministros tres (Montero, Planas y Ribera), investigados por el caso Isofotón. O las prebendas a Borrell, repetidor cum laude.

Y es que cuando las encuestas le dan mal a Sánchez, el pedrismo se pone de los nervios.