Patrimonio nacional
Ahora, el Fuerte San Cristóbal
Como vemos Europa va por un camino, nosotros, en manos de unos votos nacionalistas dispuestos a denar constantemente al Estado, vamos en sentido contrario
Como anteayer fue el castillo de Montjuïc; como ayer fue el cuartel de Loyola en San Sebastián. Hoy, en este constante drenaje del nacionalismo por romper España, le ha llegado el turno al Fuerte San Cristóbal o de Alfonso XII ubicado en el monte Ezkaba a pocos kilómetros de Pamplona. Otra concesión a EH Bildu, aquella con la que –«se lo repito si quiere veinte veces»– nunca iba a pactar el actual Gobierno. Siempre se encuentran justificaciones históricas, porque seguimos con la obsesión de culpar a las piedras de los comportamientos de los hombres. ¿Qué fortaleza europea, americana o asiática no ha sido utilizada para fines diferentes a los defensivos con que fue construida?
En cierto sentido relacionado en la concesión de los Premios Europa Nostra 2022,(1) «los premios europeos más importantes del patrimonio que rinden homenaje a 30 proyectos ejemplares de 18 países» me llamó la atención el concedido a una batería de Aquisgrán, en el hoy belga Flandes Occidental, «la única batería costera alemana de la Primera Guerra Mundial de la que queda lo suficiente para que los visitantes comprendan su estructura; esto da a su restauración y regeneración del sitio, un gran significado europeo y valor pedagógico».
Como vemos Europa va por un camino, nosotros, en manos de unos votos nacionalistas dispuestos a denar constantemente al Estado, vamos en sentido contrario. Eso sí. Nuestras alturas políticas se llenan la boca hablando de Cultura de Defensa, mientras con la mano firman cesiones vergonzosas, rozando el delito.
Pero no son solo estas cesiones lo que me preocupa. Se que llegarán tiempos de cordura, de poner a cada cosa en su sitio y las fortificaciones volverán a ser testimonio de un tiempo, de unas circunstancias defensivas, de unas fronteras o de un brillante sistema de artillado como es San Cristóbal. Lo que me preocupa ahora es que se borren testimonios de nuestra Historia –tanto Cataluña como el País Vasco y Navarra han dado grandes soldados y marinos–, que se ningunee la vida de nuestros héroes, que no se dé valor al sacrificio por el bien común. ¿Qué consecuencia entraña ello? Que los jóvenes no se sientan atraídos por una vocación de servicio. Y el día en que los miembros de las Fuerzas Armadas o de los Cuerpos de Seguridad no sientan la llamada de la vocación, estamos listos. Y –¡cuidado!– que ya hay indicios claros de que vamos hacia el modelo ocupacional que distinguía Moskos (2), en lugar del deseable vocacional. Para que un militar salga en 24 horas para una misión en los Países Bálticos amenazados veladamente por Putin, acuda al Golfo de Guinea protegiendo durante seis meses los hoy vitales suministros de gas o entre de guardia en la valla de Melilla, hace falta algo más que ocupación. Pero tengo claro que hay quienes quieren romper este aspecto vocacional, porque en el fondo quieren romper uno de los pilares en los que se asienta con garantía nuestro orden constitucional.
Tienen razón quienes aleguen que el Fuerte San Cristóbal estaba semi abandonado por Defensa. Ahí hay pecados de mucha gente. Pamplona nunca reaccionó como lo hicieron Figueras, Jaca, Palma de Mallorca y Menorca que, con una buena política llevada a cabo por el ministro Eduardo Serra, integraron parte de su patrimonio militar en Consorcios en los que participan las instituciones locales y autonómicas con buen resultado de gestión y conservación del patrimonio. ¿Por qué no se hizo en San Cristóbal uno de los mejores ejemplos de artillado de Europa, testigo no solo de nuestra Guerra Civil sino también de las guerras carlistas? Seguramente debo incluirme en la lista de culpables porque Pamplona dependía en el 2000 de la Capitanía General de Cataluña que regentaba. ¿Porqué? Porque a falta de interés local –la Real Hermandad de Veteranos debería tomar iniciativas en estos casos– no había fondos suficientes para su restauración y mantenimiento.
De aquí, extraigo mi última reflexión, porque Pamplona no es el único patrimonio descuidado. Está claro que si un Jefe de Estado Mayor debe decidir con limitados fondos, entre el mantenimiento de locales para sus subordinados en activo o la adquisición de vehículos blindados contra minas y la adecuación de fortalezas del XVIII o XIX, lo tiene claro.
Sin descuidar la política de Convenios por la riqueza que proporciona la cercanía y aportación de entes locales, creo imprescindible un convenio entre los Ministerios de Defensa y Cultura en algunos aspectos semejante al que tiene este último con la Iglesia Católica para mantenimiento de su patrimonio religioso. No hablo de partidas multimillonarias: hablo de programación anual, de priorización, de trabajo conjunto, de presencia. En resumen, de proyección de futuro, pensando más en las generaciones que nos siguen, que en juzgar a las que nos precedieron.
(1) También premiada «Isla del Rey. Menorca. Spain.»
(2) Charles Moskos. (1934-2008) Sociólogo del Ejército Norteamericano.
Luis Alejandre Sintes es general (r).
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