Política

La voracidad de los partidos políticos

«Los partidos políticos, salvo excepciones, se han convertido en agencias de colocación de parientes, amiguetes y enchufados»

En 1977 estuvo redactado un artículo para la Constitución española que decía: «Ningún partido político, ninguna central sindical, podrá gastar un céntimo más de lo que ingresen por las cuotas de sus afiliados». En la Moncloa de Adolfo Suárez y Fernando Abril decidieron silenciar esta propuesta. Y desde hace al menos veinte años, los partidos políticos figuran en las encuestas serias como uno de los cinco grandes problemas que agobian a los españoles.

Tras cuarenta años de democracia, los partidos políticos, salvo excepciones, se han convertido en agencias de colocación, dedicadas a enchufar a parientes, amiguetes y paniaguados. Son empresas, siempre al borde de la quiebra técnica, que solucionan sus problemas económicos tirando del presupuesto del Estado. Y enredan para disimular la cantidad de trampantojos que hacen con el fin de recibir dinero a través de las más diversas artimañas. Algunas agrupaciones han dispuesto de notables fulleros y de hábiles tramoyistas del truco y el cuento chino. En La Araucana, Ercilla escribió un verso que hoy provocaría la rechifla de los partidos y la pena de los ciudadanos: «A posponer el político está obligado, por el sosiego público, el privado».

Lo que caracteriza a los partidos políticos, con las debidas excepciones, consiste en preocuparse en primer lugar por el bienestar de sus dirigentes; en segundo lugar, por la atención a afiliados y enchufados; en tercer lugar, por los intereses del propio partido. Y solo en cuarto lugar, por la atención al interés general y el bien común.

Roberto Pérez ha publicado en ABC una demoledora información sobre los últimos ingresos de los partidos políticos. En sus escasos años de vida Ciudadanos, Vox y Podemos se han embolsado 307 millones de euros, solo por subvenciones. Convertidos en empresas, Ciudadanos gastó en sueldos 4,59 millones de euros; Podemos en 2018, 19,5 millones y Vox, 3,4 millones. Si estas cifras parecen altas, las de los grandes partidos tradicionales resultan astronómicas. Y, claro, termina por ocurrir lo que ya subrayaba Juan de Mariana en el siglo XVII: «La ambición de dinero es una enfermedad incurable que cunde mucho y con nada se contenta. Siempre pretende pasar adelante sin hacer diferencia entre lo que es lícito y lo que no lo es».