Italia

El experimento Meloni

«Ha dejado claro su compromiso europeo y su apoyo al pueblo ucraniano. Menudo disgusto si, además, lo hace bien»

La política italiana es fascinante, porque se produce una disociación entre su desarrollo institucional, con peleas y conflictos, y la vida cotidiana de una sociedad acostumbrada a decir «Piove, porco governo». A los italianos les gustan los liderazgos fuertes, pero propician unos gobiernos con coaliciones complicadas y personalismos incompatibles. La corrupción y el clientelismo hicieron que saltaran por los aires los partidos que protagonizaron la política de la posguerra hasta los años ochenta. Es significativo que exista un cierto paralelismo con el caos francés o el español. No sé si la influencia mediterránea tendrá algún efecto, aunque ahora también hay una crisis institucional en el Reino Unido, que parecía un modelo de estabilidad. El resto de Europa anda regular y la insatisfacción crece como una ola imparable en la zona más rica del planeta. La política italiana afronta el reto del experimento Meloni, que ganó claramente las elecciones, pero que ha tenido que pactar con dos ególatras como Salvini y Berlusconi, la quinta esencia del populismo. Por cierto, el resto del parlamento italiano es un auténtico desastre y el único que ofrece estabilidad es el presidente de la República, Sergio Mattarella. Por si faltaba alguien en el espectáculo, apareció el papa Francisco rezando por «la unidad y la paz de Italia». No creo que ni lo uno ni lo otro estén en riesgo. Meloni es fuerte y con ideas claras. Es la primera mujer que ocupa el cargo en un país que adora la imagen del macho italiano que hemos visto en tantas películas o series. No hay más que ver al «joven» Berlusconi que parece inmortal. Nada les puede escandalizar. A pesar de su clase política, Italia es una gran potencia, un país económicamente dinámico con grandes empresas y una cultura imponente. No está nada mal. Es imposible aburrirse. Es genial en todos los sentidos, incluido su caos circulatorio y su desorden institucional. Nuestra izquierda política y mediática, siempre tan arrogante, está escandalizada con este gobierno, aunque no criticaron el experimento de Sánchez al incluir a los comunistas y antisistema en el consejo de ministros. No hay más que ver la brillante trayectoria académica y profesional de algunos de sus miembros. Meloni ha dejado claro su compromiso europeo y su apoyo al pueblo ucraniano. Menudo disgusto si, además, lo hace bien.