Feminismo

Adopta una vulva

Hemos pasado de denominarla torpemente, mejor dicho, de no denominarla, a convertirnos en una sociedad pro feminista totalmente obsesionada por el “asunto”

En pocos años, concretamente los que yo tengo, queridos lectores, hemos pasado de denominar torpemente a la vulva, mejor dicho, de no denominarla, a convertirnos en una sociedad pro feminista (esto es correcto) totalmente obsesionada por el “asunto”, como los “cuñaos” que hacían grafitis de su miembro reproductor en el skate park.

Nada de lo que digo es hipérbole amigos. Vengo de generaciones de médicos laicos y audaces, sin embargo, la palabra vulva tuvo la misma importancia en mi repertorio léxico infanto juvenil que la palabra “gasterópodo” o que la gastronomía de Las islas de Diómedes en el estrecho de Bering.

Hablar de la vulva, o la vagina, pobres huerfanitas indocumentadas, fue siempre más embarazoso que hablar de dinero en España. ¡Qué digo hablar de ellas! ¡¡¡Nombrarlas!!! Y esta tontería tan risible tiene un reverso atroz que todas las mujeres hemos padecido sin darnos cuenta: la incapacidad para asignar un nombre concreto, rotundo y sonoro a nuestros genitales frente a la hiper presencia de los masculinos, que flotaban despreocupadamente hasta en la sopa de letras del comedor del colegio.

Tuve un novio muy fan de Cuba que le llamaba “la crica”, una “chacha” o dos que lo denominaban “el chochete”_ digo “chacha” sin un ápice de desprecio (ni buenismo ramplón); lo digo porque es muy de chacha lo de no tener pelos en la lengua, muy de chacha y muy de marquesa, ojo. La clase media ha sido históricamente la más gazmoña y puritana (era la única que tenía que trabajar, y algo que perder, supongo).

¿Será posible que la clase media sea la responsable intelectual y material del auténtico coñazo lingüístico?

Sigamos. Mis amigas norteñas le llamaban “la pocha”... ¿Pocha? Desolador... Llamar a tu sexo, “pocho” es como llamar a tu hijo Agapito. Nombre de origen hebreo “el amado” muy utilizado en el pasado y hoy completamente en desuso... Y a tu hija, Tiburcia.

Tuve una vecina francesa muy sexy, con la que tomaba té y chocolate las noches de soltera, que le llamaba “mi secreto”... En francés no sonaba tan espantosamente cursi como en español.

Luego está la idea de Caitlin Moran, autora feminista socarrona, que promueve, ante este problema transcultural, adoptar nombres como el de tu personaje animado favorito y que sea una especie de consigna en tu cama y con tu familia...

¡Horror, Caitlin! Lo que sugieres es como llevar bragas de las supernenas o piolín. Como si existiera un acuerdo tácito por el cual hemos alcanzado la mayoría de edad en la calle, pero al volver a casa y quitarnos la careta, fuésemos redomadamente imbéciles.

¿Cresta? ¿Pachu?... ¡Denominaciones con sabor abertzale! Como para mear en una chozna y digo “mear” porque si tienes un pachu, meas. Y en las choznas.

¿La raja?... Muy de primate... ¿Rajita?... De primate repipón.

¿La flor?¿el garbancito?... Estupendo para esquizoides con problemas de autoestima. Muchos de los sinónimos de “vulva” son tan ridículos por esa eterna persecución de la candidez asociada a nosotras, las mujeres.

¿El conejo?... ¡Animal!

¿Chumino?... ¡Miren qué bonito! Me han dicho que es una derivación de la expresión inglesa ‘show me now’ porque, en algún momento, los marineros ingleses invitaban a las prostitutas del puerto de Cádiz a enseñarles (el chumino) sus partes más íntimas.

¿Chirri?... Muy Pantoja o “el golosina”.

¿Engaña pastores? ¿Tesoro?... Estos son de megalómana...

Ya me dirán cuál es su apelativo favorito; porque igual que antes se silenciaba o incluso se odiaba físicamente: la colpofobia se manifiesta mediante sudores, taquicardias, ansiedad y un inexplicable rechazo a los órganos femeninos, hoy se venera, se saca en procesión por Sevilla y otras ciudades del mundo a “Santa Vulva” e incluso organizaciones feministas aeroespaciales presionan para cambiar la forma “tradicionalmente fálica” que tienen los cohetes y aeronaves. Según el grupo feminista alemán WBF Aeronautics, hay que llevar de inmediato una nave en forma de vulva al espacio: la ‘Vulva Spaceship’.

Ah…Si todo esto de la nomenclatura genital les precipita, queridos, a los brazos de Morfeo, no me molesto. Es más, les recomiendo, recostarse sobre un mullidito coñojín, un cojín con forma de vulva cuya vendedora, creadora y artesana, Diana Rubio, persigue una mayor visibilización de esa región del cuerpo humano.

¿En serio, Diana? ¿No es esto un poco de hombre que se mancha la camisa de cuadros con una pinta de cerveza mientras se relaja sopesando su bolsa escrotal?