Partidos Políticos

Cuestión de moderación

Para Pablo Iglesias, el PSOE es «la izquierda domesticada» y para Santiago Abascal, los dirigentes del PP son unos «blandengues»

Lo dijo el sabio chino Lao Tse unos 600 años antes de Cristo: «La moderación es la mejor virtud para gobernar a los hombres y servir al cielo». Le matizó el pensador y político inglés Francis Bacon a comienzos del siglo XVII: «Ninguna moderación satisface al vulgo». Y en el siglo XIX Oscar Wilde dio la razón a su paisano y, con la ironía que le caracteriza, dio un paso más: «La moderación es algo fatal…Nada triunfa como el exceso». ¿En qué quedamos? Aquí en España, ahora mismo, en los medios y en las redes sociales triunfan los excesos. Y en la política, los insultos y las descalificaciones. Pero la gente, cuando llega la hora de la verdad, vota moderación.

Se comprueba que los extremistas de derecha y de izquierda están de capa caída a medida que se acercan las urnas. Tanto Podemos como Vox empiezan a dar síntomas de desfallecimiento. A unos les trastorna la aventura moderada de Yolanda Díaz y a los otros, la de Macarena Olona. Parecen jaulas de grillos. Para Pablo Iglesias, el PSOE es «la izquierda domesticada» y para Santiago Abascal, los dirigentes del PP son unos «blandengues».

En el Partido Popular Alberto Núñez Feijóo, por talante personal y por convicción, es un político que ha hecho de la moderación su forma de ser. Y no le ha ido mal en Galicia. Ahora mismo acaba de ofrecerse, tras el fracaso judicial, para unos nuevos Pactos de La Moncloa. ¿Quién da más? El pactismo y la moderación son en él virtudes consolidadas, que ninguna campaña oficial le va a quitar, aunque los radicales y desinformados le bajen la nota en las encuestas. Desde el Gobierno intentan «descentrarlo» y lo disfrazan de ropaje radical, por influencia, dicen, de Isabel Díaz Ayuso, a la que con su «radicalismo» no le ha ido tampoco mal en Madrid. ¡Y lo que te rondaré, morena!

En el PSOE, la moderación de los «barones» regionales y de los históricos del partido contrasta con la actitud radical, con ribetes populistas, de Pedro Sánchez, que parece cada vez más comprometido con las ideas revolucionarias de sus socios de Gobierno. Al sanchismo se le acusa, desde dentro y desde fuera, de haber abandonado la socialdemocracia. Conociendo al personaje, que es un prestidigitador de la política sin convicciones profundas, no sería de extrañar que, cuando se aproximen las elecciones, por la cuenta que le tiene, siga señalando con el intermitente a la izquierda, pero gire el volante a la derecha. Si no, los votantes moderados del PSOE se irán en masa con Feijóo. Ya se están yendo.