Cultura

Obsolescencia

Así que estamos en la cultura de que todo pueda ser cuando uno quiera y el resto es un atraso propio de viejunos

Ahora que el cursi de James Cameron ha estrenado su nueva entrega de Avatar, hay muchos jóvenes que van a ir a un cine. Van a consentir acudir a una sala, esa es su intención o, por lo menos, eso dicen. Dicen también que si pueden conseguir verla en casa en sus televisores mucho mejor, es decir, si se la pueden bajar a través del método que sea (suscripciones premium o escaramuzas varias), evitarán ir al cine. Ir al cine es de viejos, queridos amiguitos. Es de pobres. Eso ha quedado para todos aquellos que no se pueden permitir tener todas las plataformas que existen; para todos esos que, modestamente, aún disfrutan asistiendo a un estreno o participando de la liturgia de una pantalla enorme junto a un buen amigo; para los que no están fagocitados entre millones de capítulos de miles de series distópicas que no aportan más que relleno a nuestras vidas sojuzgadas por la tecnología. Lo más alucinante de todo esto es que algunos de esos jóvenes (todos cortados por el mismo patrón) presuman de no ir al cine. No es sólo que no van, es que presumen. No necesitan ir para poder consumir lo último. Están en otro nivel, así que desprecian lo de siempre, lo accesible para el resto. Se puede no ir al cine, claro, pero presumir es otra cosa. Es como si se presumiera de no leer porque puedes bajarte un audiolibro. Vivimos en un mundo donde sólo se valora lo nuevo, lo último, lo que todavía no ha llegado pero que ya podemos imaginar. Todo eso se superpone a la experiencia, al oficio. Todo lo que tenga unos años, incluidos nosotros, estamos empezando a sobrar. Y también nuestro ocio. Hacer cola. Escuchar la radio cuando la emisión es en directo. Ver televisión en tiempo real. Esperar el próximo episodio con ilusión. Comprarte un disco. Ver «Ciudadano Kane». Ahora, todo es un podcast, todo lo bueno es treintañero y lo más vintage que se te permite es «Friends», una serie absolutamente sobrevalorada y que ha envejecido fatal, llena de personajes chillones que hacen chistecitos estúpidos. Así que estamos en la cultura de que todo pueda ser cuando uno quiera y el resto es un atraso propio de viejunos. La obsolescencia humana ha llegado.