Política

Plantado, guapo, radical y calculador

«Sánchez, plantado ayer por Mohamed VI, se apuntaría la extradición de Puigdemont, pero le complicaría el apoyo indepe»

Alphonse de Lamartine (1790-1869), poeta y diplomático francés, creía que «el radicalismo no es más que la desesperación de la lógica». Pedro Sánchez, Carles Puigdemont y al presidente mexicano Andrés Manuel López Obrador serían buenos ejemplos. El inquilino de la Moncloa peleará hasta su última gota de aliento político pero, consciente de lo enrevesado de la situación, abraza el radicalismo, lo que no le impide practicar la contradicción simultánea, incluido asumir el plante que le ha hecho el rey de Marruecos. Es capaz de despotricar contra los beneficios de empresarios y banqueros y defender que es bueno que ganen dinero. Busca colectivos que le apoyen –pensionistas, funcionarios, beneficiarios del salario mínimo– y gastará lo que sea para lograrlo en una campaña electoral eterna. López Obrador ya lo explicó: «Ayudando a los pobres va uno a la segura, porque ya sabes que, cuando se necesite, se cuenta con su apoyo. No así con los sectores de clase media, ni con los de arriba, ni con los medios, ni con la intelectualidad. No es un asunto personal: es un asunto de estrategia política».

La Justicia europea, mientras tanto, ha devuelto a Puigdemont al centro de la actualidad. Da la razón al juez Llarena frente a los magistrados belgas, pero como apunta Javier Melero, acaso el mejor abogado defensor en el juicio del «procés», no deja de ser una «patada hacia adelante» y que los implicados se las apañen. Para Sánchez sería un puntazo que el fugitivo de Waterloo volviera extraditado y fuera encarcelado ante el riesgo obvio de fuga. Para Junqueras y ERC, que anhelan otro tripartito con socialistas y los de Colau, sería un quebradero de cabeza. Los «indepes» más radicales tendrían munición y ERC, a quien sus bases reprochan que el Gobierno les haya engañado con la reforma del Código Penal, se vería ante la tesitura de volver al extremismo y las trincheras. Valle Inclán (1866-1936) intuyó que «el sentido trágico de la vida española solo puede darse con una estética sistemáticamente deformada», el esperpento. Y si Bradomín era «feo, católico y sentimental», Sánchez, plantado por Mohamed VI y sin rechistar, es guapo –está sobrado de fans en Europa–, radical/esperpéntico y calculador, tal vez porque ya vive la «desesperación de la lógica» de Lamartine.