Sin Perdón

«Cariño» Armengol y la degradación del Congreso

«Galindo olvida que es un letrado de las Cortes Generales y no un letrado al servicio del Gobierno»

La presidenta del Congreso de los Diputados prefiere ser leal a quien le nombró y no a la institución que representa. Hay que reconocer que Sánchez ha conseguido crear una corte de fieles que le obedecen con una lealtad que no tiene parangón con lo que sucedía en etapas anteriores. El caso de «cariño» Armengol, que es el término coloquial que utilizaba Koldo para dirigirse a ella, es asombroso, porque las sesiones de control se convierten en un lamentable espectáculo de servilismo al Poder Ejecutivo. No solo en la obviedad de que el presidente y los ministros acuden a hacer de oposición a la oposición, sino que sus críticas, propias de una mala y caprichosa profesora reprendiendo a los alumnos, se centran en los diputados del PP. Es suficiente una mirada de Sánchez, para que inmediatamente les llame al orden. En ocasiones se refiere al hemiciclo, pero mirando a la bancada popular. Sánchez y los ministros sacan a pasear su ayusofobia o acuden a descalificaciones de todo tipo, aunque olvidan los escándalos que afectan a la familia presidencial, al PSOE y a su propio Gobierno.

El nivel de degradación institucional es muy inquietante y no parece que Armengol quiera revertirlo, sino que se ha convertido en su principal impulsora. Es una marioneta de La Moncloa al igual que la Mesa, ya que se ha convertido en un instrumento para adaptar la actividad del Congreso a los intereses del sanchismo y sus socios. El control al Gobierno es un lamentable espectáculo de descalificaciones, la tramitación parlamentaria no responde a ningún criterio equiparable a los usos y costumbres propios de una democracia y la calidad de las normas muestra el nivel de los parlamentarios de la mayoría. Esto se agrava, además, con el lamentable servil papel de Galindo, que pasará a la historia como un secretario general del Congreso de los Diputados que olvidó que es un letrado de las Cortes Generales y no un letrado al servicio del Gobierno. Este mal parlamentarismo, que implica la quiebra del sistema de separación de poderes, no nos debería conducir a olvidar que no responde a lo que ha sido históricamente en nuestro país. La pérdida de independencia del Congreso es una consecuencia del deleznable modelo partitocrático y los abusos del Poder Ejecutivo.

Francisco Marhuenda es catedrático de Derecho Público e Historia de las Instituciones (UNIE).