Y volvieron cantando
Una clara hoja de ruta
Toda la naturalidad del mundo para justificar los famosos cambios de opinión a mayor gloria de la hoja de ruta… si quieren saber qué se cuece sigan las señales de «ZP».
Este pasado lunes el expresidente del gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, protagonizaba una entrevista con Alsina en Onda Cero que además de no tener desperdicio mostró tres cosas. La primera, a la que me referiré más ampliamente, que la hoja de ruta hacia la investidura de Sánchez previa negociación –está por ver si de verdad tan delicada y compleja– con el soberanismo catalán y vasco estaba más que marcada desde el minuto uno del recuento electoral el «23-J» y aquí no había que leer demasiado entre líneas en las respuestas del exjefe de Gobierno. La segunda es que acudir a una entrevista ante el preciso bisturí de Alsina supone todo un salto en el aire y sin red que obliga, no tanto a llevar la lección muy aprendida como a tener los planteamientos y sobre todo las convicciones meridianamente claras. Y la tercera, que «ZP» viene tal vez a resultar el político más encajador de nuestra democracia mostrando como mandíbula lo más parecido al casco de un rompehielos.
Las respuestas del exlíder socialista nada resignado a caminar bajo la condición de jarrón chino fueron auténticas revelaciones tratando de devolver los golpes apoyado de espaldas en las cuerdas, sobre todo porque es de su boca, de la que han solido emanar muchas de las grandes verdades materializadas a posteriori por el actual socialismo español. Rodríguez Zapatero hizo bueno el comentario que un dirigente del PSOE en el retiro le atribuyó a propósito del endiablado panorama post electoral para formar gobierno, «eso está hecho», pero sobre todo dio toda la justificación a los festejos en Ferraz y la sede de Sumar la noche del 23 de julio concediendo absoluta carta de normalidad a la figura de la amnistía, no solo como convicción personal sino atribuyéndosela al propio Sánchez que como el otro Pedro la había negado tres o más veces durante la campaña electoral. «ZP» tampoco elude mostrarnos su particular visión sobre la necesidad de abordar el «problema catalán» como si este hubiera sido enunciado de primer orden en una campaña en la que su papel fue especialmente activo, claro está, para señalar a los cuatro vientos el espantajo de la ultraderecha. Pero sobre todo –y esto resulta entrañable– toda la naturalidad del mundo para justificar los famosos cambios de opinión a mayor gloria de la hoja de ruta… si quieren saber qué se cuece sigan las señales de «ZP».
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