África

León

Cecil

La Razón
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Debí imaginarlo cuando le regalaron a mi amigo Carlos una peli mala de esas que también tienen su público. En concreto, el público somos dos: Carlos y yo. Se titulaba «El dentista: tu dolor es su placer». Cada vez que acudo a mi odontólogo a que me revise los requete empastes que te gasto es como si fuera la protagonista de eso que pretendía ser cine de terror. El cazador del león Cecil, icono de la fauna salvaje de Zimbabue, no es español, como se había apuntado en un principio. A nadie le extrañó que pudiera ser uno de los nuestros. Recordemos que aquí se matan elefantes desde las más altas instancias del Estado, o sea, que va en la campechanía al uso. Pero es norteamericano. Estadounidense o patrio el tipo merece todo el desprecio del que seamos capaces de sentir. No sólo porque es absolutamente incomprensible que alguien disfrute con la muerte de animales tan hermosos como un león, sino que encuentre morbo en engañarles con un cebo para poder disparar contra los que están protegidos en lugares protegidos. Todo el asco por haberlo hecho con un arco para no hacer ruido, por haberle dejado dos días agonizando, por destruir el collar de seguimiento que el animal llevaba, por haberle cortado la cabeza y haberle arrancado la piel. Todo eso es horrendo, es de ser un hortera y un cateto, un paleto y además un desalmado. Pero también hay otro detalle y es aún peor. Recordemos que Zimbabue está gobernado por un tirano. Robert Mugabe, que el día de su cumpleaños invitó a sus comensales a comer carne de león. Es aprovecharse de África, de su subdesarrollo y de su necesidad de dinero. No puede ser más repugnante.