Alfonso Ussía

Compañeras sentimentales

La palabra «novia» está prohibida en nuestra izquierda bolivariana. No lo entiendo, porque tiene su significado. Novia, nueva, novedad. Igualmente novio. Las mujeres se casan con un traje o vestido de novia, no con un traje o vestido de compañera sentimental o de pareja de hecho. Suena mal. –¿Y esa chica rubia tan mona y tan bien maquillada, peinada y vestida, quién es, señor Iglesias?–; –obviamente, es Tania, mi pareja de hecho–. –¿ Y esa mujer con expresión dura, guapa ella, que guiña tan requetebién el ojo izquierdo, quién es, señor Errejón?–; – es la número tres en Madrid de «Podemos», Rita Maestre. Y por casualidad, por pura casualidad, es también mi compañera sentimental–. –¿Es por tanto el amor el que impulsa hacia las altas responsabilidades a las militantes de su partido?–; –eso que está usted diciendo es machista. En «Podemos» están arriba los que valen, ya sean hombres o mujeres. Y Rita es la número tres por Madrid de «Podemos» porque sufrió la persecución de la Iglesia cuando irrumpió en pelotas en la capilla de una facultad universitaria. El amor aquí no cuenta ni sirve para nada. Además, el amor es una cursilería de la derecha».

Charla imaginada, por supuesto. Pero no convincente, por muy figurada que sea. El amor manda mucho en «Podemos», y me parece muy bien, porque el amor es maravilloso, enigmático y muy complicado de describir. El amor, además, es generoso y sabe distribuirse. Aquí tienen la prueba. Llega Maduro a su palacio de Miraflores con el chándal bolivariano. Precioso chándal, por otra parte, con esa constelación de estrellas distribuidas en los pectorales. Pues aunque muchos de ustedes, queridos lectores, lo pongan en duda, siempre habrá una mujer esperándolo para besar su bigote y decirle lo mucho que le quiere. Y eso es el amor. ¿Se figuran a una mujer amando a Cristóbal Montoro? Existe. El amor es el motor de la vida. Decenas de miles de poetas han intentado hallar la perfecta descripción del amor desde que el ser humano piensa, siente y crea, y ninguno lo ha conseguido. La fe mueve montañas, y el amor las cubre de bosques, las nace de ríos y las colma de lagos. Ante un paisaje inesperado se puede sentir el amor, o en una noche de luna llena, tan ingrata a veces. Y el amor influye. Claro que influye. La señora Fernández de Kirchner gobierna en Argentina por amor, como ya hicieron sus predecesoras Eva y Maria Stella. Sin el amor de su esposo, la señora Fernández sería, apuntando a la máxima opción, la vicepresidenta segunda de una asociación de amas de casa. El amor es una plataforma hacia las cumbres. Pero no en el caso de Rita Maestre, la novia de Íñigo Errejón. No conozco a Errejón, pero es hombre de sobrados cumplimientos, al menos con las becas. Y no ha influido para nada en la designación de su pareja de hecho o compañera sentimental –al fin y al cabo, su novia–, para que ésta acceda a tan cimero lugar en la relación del poder. En ese aspecto, los hombres enamorados de las mujeres influyentes son más discretos. Ahí están los ejemplos del señor Thatcher o el señor Merkel, que no aspiraron ni aspiran a otra felicidad que no ser golpeados por sus esposas cuando éstas recuperan, después de un día agotador, el calor del hogar. No obstante –insisto–, lo de la novia de Errejón nada tiene que ver con los sentimientos, con ese amor que prueba –como escribió Wodehouse– que sus corazones laten al unísono. Ella se ha ganado el puesto número 3 del poder en «Podemos», por sus conocimientos, su permanente y heroica lucha en defensa de los desfavorecidos –Monedero incluido–, y por poner a la Iglesia Católica en su sitio profanando un lugar sagrado. Suficientes méritos para ocupar el puesto que ahora disfruta.

Que nadie piense lo contrario. Y el que lo haga, debe saber que es un retrógado, un machista y un esquinado en sus intenciones. Faltaría más.

Errejón no ha movido un dedo. ¿Está claro?