
Iñaki Zaragüeta
El peligro de las redes

El asesinato de Isabel Carrasco ha vuelto a poner sobre el tapete los efectos maléficos y, lo que es peor, irreparables que pueden provocar las redes sociales. De los miles y miles de tuiteros que expresaron sus sentimientos por el suceso, muchos aprovecharon para arremeter contra la figura de la víctima, despreciando que cualquier comentario malévolo con motivo de tan trágico suceso suena inadecuado y obsceno. Enmascararse en el anonimato de internet resulta ruin.
La tentación de ocupar la vanguardia del comentario conduce la mayoría de las veces a la inoportunidad y, como sucedió ayer a una edil socialista, a consecuencias perjudiciales para ella misma, que tuvo que dimitir por su desafortunado «el que siembra vientos recoge tempestades». Estoy convencido de que lamentará haberlo escrito.
En cualquier caso, allá la conciencia de quien es capaz, con su nombre y apellidos, de mostrar insensibilidad o crueldad ante una desgracia. Esconderse vilmente tras el incógnito merece la condena. Lo decía García Márquez :«La mejor noticia no es la que se da más pronto, sino la que se da mejor», porque la propagación de un comentario no contrastado puede provocar un daño irreparable. En este sentido, siempre he tenido como ejemplo al periodista Walter Conkrite, que tenía a gala en su vida profesional jamás haber tenido que desmentir una noticia, incluso a costa de perder la exclusividad de ser el primero en ofrecerla. Le valió ser reconocido como «el hombre más fiable de Estados Unidos».
Me han parecido deleznables algunos textos en las redes. Los medios de comunicación tenemos nuestra parte de responsabilidad para prevenir de los riesgos. Son graves, no en vano se dice que hay dos tipos de personas en Twitter, con perdón de la expresión, las que la han cagado y las que están a punto de cagarla. Así es la vida.
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