Julián Redondo

El tonto y la linde

El tonto y la linde
El tonto y la lindelarazon

El «fair play» entre los protagonistas del deporte se echa en falta demasiado a menudo, como se extrañan las «Almas del nueve largo» de Alvite, que, alejado del teclado, de las metáforas, del Savoy, de Ernie Loquasto, del Clarion y Chester Newman, pelea por vivir como lo hubiese hecho sobre el ring de haber sido Cassius Clay, a quien admira. Marcelino, entrenador del Villarreal, no recurrió a la alegoría al opinar antes del partido con el Atlético: «Si nos gana, que sea dentro de la legalidad». Como si los triunfos rojiblancos no fueran escrupulosamente reglamentarios. Estando en Segunda, Joaquín Caparrós vaticinó el ascenso atlético por el artículo 33 y tuvo que disculparse por precipitarse en el juicio. Subió el Sevilla y los rojiblancos prorrogaron un año más la estancia en el infierno. Es hablar por no callar. Vietto, antiguo alumno de Simeone, propició la victoria villarrealense después de que el árbitro anulara a Mandzukic un gol que parecía dentro de la ley. ¿Mereció el Villarreal los tres puntos? Por lo menos uno, sí.

Dice el refrán que cuando el tonto coge la linde, la linde se acaba y el tonto sigue. Al Atlético le han colgado el sambenito de que juega al límite del reglamento y parece ser que conviene recordarlo, sin que la máxima influya en el marcador. Lo dijo Lucas Alcaraz y lo han repetido Víctor Fernández, Gaiz-ka Garitano y Marcelino. El recado es para los árbitros, que seguro que no se sienten presionados; pero los mensajes quedan ahí, voluta de humo suspendida sobre los partidos del Atleti, cuyo modelo futbolístico, presión en todo el campo, lucha infatigable, contragolpe y decisión, lo ha explotado precisamente el Villarreal para imponerse a un rival que no perdía en su casa desde hace diecinueve meses. Tan legal fue el gol de Vietto como el de Mandzukic; también fue penalti la mano de Gabi que el árbitro no sancionó. Hecho el recuento de lo pitado y lo que no, triunfa la justicia poética, y no es una metáfora. Prevalece el 0-1, por lo civil y por lo criminal.