César Vidal

Estos rusos tan ilusos

Me llega la noticia de que dos científicos rusos se encuentran muy avanzados en su proyecto de poner en funcionamiento la famosa torre de Tesla. Para los que no lo sepan, Tesla fue un genial científico de origen centro-europeo que se trasladó a Estados Unidos, donde no pocos de sus extraordinarios inventos y hallazgos fueron patentados por gente como Edison o simplemente arrojados al olvido. Entre los más descollantes se encontraba una instalación que, supuestamente, podría proporcionar energía gratuita extrayéndola del aire y sin tener que recurrir a fuentes como el petróleo o la electricidad. Se cuenta – y, posiblemente, sea cierto– que cuando Tesla quiso interesar a un millonario en su proyecto, la respuesta del magnate fue: «Y si es gratis y sale del aire, ¿dónde coloco los contadores?». Y así hemos llegado hasta el día de hoy con la torre de Tesla con menos posibilidades de elevarse que antaño la de Babel que tenía al mismísimo Jehová enfrente. Pongámonos sin ir más lejos en España. En una nación donde buena parte del mercado de la energía se encuentra en manos de nacionalistas vascos y catalanes; donde la factura de las renovables es más oscura que el alma de Judas, salvo en el hecho de que la pagamos todos los contribuyentes, y donde el recibo de la luz exige un máster en una universidad de las Top-50 para poderlo entender, ¿se cree alguien que existiría la menor posibilidad de que se levantara una torre que proporcione energía gratis? Y eso por no salir de España, claro está. Dirija el amable lector su mirada hacia Oriente y, con el corazón en la mano, contéstese a la pregunta de si cree que los países árabes van a consentir que dos rusos amarguen a reyes y jeques la compra masiva de automóviles de lujo, la construcción de rascacielos en el desierto y el paseo de sus harenes por el mundo libre. Eso sin contar a todos los canallas que se llevan su comisión del precio del petróleo porque no es que el dinero no tenga olor, como decía el emperador romano, sino que el aroma del crudo debe ser embriagador y capaz de flexibilizar cualquier principio moral. Lo he dejado por escrito más de una vez. La nación que más se parece a España en toda Europa no es Italia o Portugal sino Rusia. ¿En qué otro lugar del orbe se les ocurre a ustedes que podría encontrarse a alguien tan quijotesco como estos rusos tan ilusos?