Política

Iñaki Zaragüeta

Felipe VI, con las víctimas

Felipe VI, con las víctimas
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F elipe VI no se dejó nada de lo que nos interesa a los españoles en el tintero en su discurso de proclamación. Y, efectivamente, uno de los aspectos del mismo fue no sólo un recuerdo a «todos aquellos que, víctimas de la violencia, perdieron su vida o sufrieron por defender nuestra libertad», sino que expresó su convicción en «la victoria del Estado de Derecho, junto a nuestro mayor afecto, será el reconocimiento a la dignidad que merecen».

En un párrafo de unas sesenta palabras no se pueden decir más cosas, reflejar más diáfanamente las convicciones y plasmar la esencia de un Estado de Derecho de una sociedad con valores. Por si a alguien le quedó alguna duda o se empeña en una interpretación aviesa, a las palabras se añaden los hechos, la reunión con las víctimas del terrorismo hoy mismo, a las 48 horas de comenzar su reinado. Personalmente, estas frases me producen especial satisfacción. Ojalá sirvieran para trazar definitivamente la senda por la deberían conducirse los responsables de concretarla. El Rey expuso sus sentimientos hacia un colectivo que merece toda la solidaridad y comprensión. A la vez, aclaró cuál es su idea respecto a la relación con los asesinos. No hay otro camino que la victoria del Estado de Derecho. Sin pretender dictar la política, eso corresponde al Gobierno, no eludió desvelar su criterio, cumpliendo así otros postulados de su alocución como el honor y la transparencia. En definitiva, dejó patente la dignidad de un pueblo, una vía que me provoca una gran esperanza y confianza en la actuación de futuro de nuestro máximo mandatario. Me he detenido en este punto, el de las víctimas, por la actualidad de su encuentro programado para hoy. Podría referirme a otros, igualmente reflejados con acierto y claridad. De ahí que no sorprenda la complacencia y la alabanza generalizada que la inmensa mayoría dirigió al contenido a la prédica en la sede de la representación popular. Excepción hecha de quienes pretenden metas imposibles, a veces incluso indeseables, la opinión positiva fue unánime. Buen comienzo. Así es la vida.