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¿Ha servido de algo la reforma laboral?

La Razón
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A pocas semanas de las elecciones generales, los partidos políticos realizan su balance de la legislatura. En materia económica, hay muchas razones para criticar con fundamento la gestión del Partido Popular: el brutal aumento de los impuestos, el disparatado crecimiento de la deuda pública, el rescate de las cajas a costa del contribuyente o la parálisis liberalizadora. Sin embargo, las formaciones políticas de la oposición no atacan ninguno de estos puntos –en esencia, porque todas ellas quieren subir más los impuestos, continuar endeudándonos con saña e hiperregular nuestras vidas–, sino que se centran en vituperar la reforma laboral aprobada a comienzos de 2012.

Según se desprende de la narrativa oficial, la reforma laboral sólo ha servido para que las grandes empresas se forren despidiendo trabajadores o precarizando su situación laboral: ninguna otra ventaja se desprende de haber abaratado la indemnización por despido o de haber restado a los sindicatos privilegios en materia de negociación colectiva. La realidad, sin embargo, es muy distinta.

Primero, la mayor parte de la destrucción de empleo experimentada por la economía española desde el inicio de la crisis se produjo en el marco de otra legislación laboral. En concreto, entre 2011 y 2015 se ha destruido alrededor de una sexta parte de los empleos que se perdieron entre 2007 y 2011 –400.000 puestos de trabajo frente a 2,3 millones–. Si alguien tilda de mala la actual regulación del mercado de trabajo debido a la caída del empleo sufrida desde 2011, necesariamente deberá calificar de calamitosa la regulación previa a la reforma laboral de 2012.

Segundo, es falso que quienes más se beneficiaron de la reforma laboral hayan sido las grandes empresas: entre 2011 y 2014, las pymes destruyeron 870.000 empleos, mientras que las grandes empresas crearon 33.000. Es decir, quienes más costes por despido se ahorraron merced a la reforma laboral han sido las pymes, no las megacorporaciones turbocapitalistas que copan el Ibex 35. Acaso habrá quien piense que las grandes empresas se han dedicado a sustituir mano de obra cara por mano de obra barata, recortando los salarios con intensidad. Pero tampoco: desde 2011, las grandes empresas han incrementado los sueldos medios un 4%, mientras que las pymes sí los han recortado.

En definitiva, la reforma laboral no estuvo concebida para ayudar a las grandes empresas, sino a las pequeñas y medianas. Fueron ellas las que concentraron los peores tragos de la crisis, justamente por estar muchísimo menos internacionalizadas que las grandes. En ausencia de una reforma laboral que les permitiera aliviar el coste de las imprescindibles reestructuraciones de plantilla, así como descolgarse de los convenios colectivos que les imponían unas condiciones laborales inasumibles, la quiebra de pymes habría sido mucho más intensa de lo que ya fue, provocando una destrucción de empleo todavía mayor a la que vivimos. Si ahora mismo estamos presenciando un notable ritmo de creación de empleo es porque parte del tejido empresarial español no fue destruido durante 2012 y 2013, y a evitarlo sí contribuyó la reforma laboral.

Precisamente por todo ello, acaso la verdadera crítica que pueda dirigirse contra esa reforma laboral sea su escasa ambición liberalizadora: el Gobierno debería haber ido mucho más allá de lo que fue, instituyendo en España un mercado de trabajo completamente libre. De haber sido así, hoy crearíamos más y mejor empleo.