
Iñaki Zaragüeta
Injusto y desproporcionado

Sólo nos falta que las aventuras del tal Nicolás, pequeño y rocambolesco, marquen los grandes episodios nacionales, políticos y mediáticos. Un individuo que no tendría cabida en la colección del gran Benito Pérez Galdós.
Sorprende que una persona íntegra, seria, preparada y honrada como Jaime García Legaz sea vilipendiada en algunas tertulias y espacios mediáticos como si constituyera un cáncer para nuestra democracia, con la que está cayendo en diferentes parajes del Estado. No tiene sentido, porque:
Cáncer de España es que un presidente de la Generalitat catalana haya vulnerado la Ley durante treinta años y favorecido, presuntamente «of course», la depredación de la estructura económica pública y el enriquecimiento en miles de millones de euros de su familia, no el grado mayor o menor de amistad entre un secretario de Estado y el «pequeño Nicolás».
Cáncer para hacérnoslo mirar es que, durante décadas, se hayan estafado al erario, presuntamente por supuesto, centenares de millones de euros a través de los fondos para cursos de formación por gobiernos, sindicatos y empresarios, no que Jaime García Legaz haya enviado o no una carta de recomendación al IESE sin ninguna eficacia.
Cáncer para preocuparnos es que tres magistrados de la Audiencia Nacional, eludiendo lo dispuesto por la directiva europea sobre las fechas de las sentencias, decidan adelantar diez años la libertad de dos etarra como «Santi Potros» y Alberto Plazaola y estén dispuestos a hacer lo propio con otros, no que un cargo público haya sido objeto de engaño en asuntos leves por un chiquilicuatre de tres al cuarto.
Cáncer para prescribir una pauta de urgente regeneración es que gran cantidad de alcaldes y cargos públicos hayan casi institucionalizado la corrupción encareciendo injustificadamente los costes en detrimento de todos los contribuyentes, no un presunto intercambio de mensajes entre ese personaje con ínfulas de fábula y García Legaz, que denunció en su día la usurpación de su correo electrónico.
Podría enumerar más enfermedades terminales en esta España de nuestros pecados, pero el espacio da lo que da. Así es la vida.
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