César Vidal

Todavía quedan héroes

La Razón
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A mí me consta que en una sociedad donde los políticos formulan promesas, hacen lo contrario y encima pretenden que no los has entendido, o donde hacer nación se equipara con llevarse el tres por ciento a Panamá y Belize, no existe mucha inclinación a creer en la existencia de héroes. Sin embargo, los hay. No me refiero sólo a aquellos que, contra viento y marea, deciden enfrentarse contra las arbitrariedades de la Agencia Tributaria o que persisten en habitar en cotos del nacionalismo catalán y vasco. Además no faltan los que pretenden dar un sentido positivo a una existencia marcada por lo negativo. Permítanme hablarles de una cordobesa llamada Eva Contador. Sus tres hijos son discapacitados. El primero con una dolencia cerebral que debería haberlo sacado de este mundo hace años y el último, con una enfermedad que sólo padecen otras ochenta personas en todo el planeta. Conocí el caso del primogénito muy de cerca porque ni el gobierno nacional ni el autónomo ofrecieron a Eva la menor esperanza para su hijo. No había tratamiento y lo mejor que podía hacer era resignarse a su fallecimiento más pronto que tarde. Pero ni Eva ni su marido Antonio se rindieron. Acabaron localizando a unos especialistas en Rusia que trataban la enfermedad y, de su bolsillo, se pagaron el viaje a esa nación. Ni así las sucesivas administraciones estaban por la labor de costear lo que era una cuestión de vida o muerte para los niños. Eva logró entonces reunir a padres con el mismo problema y organizar la venida a España de los facultativos rusos. En la actualidad, gracias a la labor de Eva y de las personas que se le han unido, se operan de parálisis cerebral unas ciento cincuenta personas al año. Lo hacen en Madrid porque es un lugar céntrico y vienen de toda España, pero también de Italia, Francia, Argentina o Colombia. Me consta que la base de todo este inmenso trabajo realizado contra viento y marea ha sido y es el amor. En primer lugar, ese amor por los nuestros que nos lleva a asumir las funciones que el estado no desempeña porque anda más interesado en subvencionar estudios sobre la concha brillante o las aves de rapiña en Cataluña; en segundo, el amor hacia ese prójimo tan desvalido como nosotros, pero con menos capacidad de reacción y en tercero, el amor de Dios que tanto Eva como su marido sienten desde una profunda fe evangélica. Créanme: todavía quedan héroes.