Tribuna
Cómo combatir el retroceso de la democracia
Ante un mundo tan peligroso, algunos ciudadanos se sienten atraídos por líderes políticos que proyectan fuerza y prometen orden y prosperidad con fórmulas populistas
La democracia retrocede alrededor del mundo. Después del final de la Guerra Fría y el hundimiento del comunismo, políticos y politólogos como Francis Fukuyama pronosticaron que la democracia y la economía social de mercado se extenderían a la mayoría de países emergentes y en vías de desarrollo. Durante los años noventa Occidente y Boris Yeltsin pactaron sustanciales acuerdos de desarme. Pero Vladimir Putin gradualmente suprimió elecciones libres y las libertades fundamentales a partir de su llegada a la presidencia en el año 2000. A partir de 2010 su discurso y acciones contra Occidente se convirtieron en un pilar de su política interior y exterior. Ocupó por la fuerza o mantuvo paramilitares en regiones con rusoparlantes en las ex repúblicas soviéticas de Moldova (Transnistria), Georgia (Abjasia y Osetia del Norte) y Ucrania (Donbás). Algunos en Occidente sienten culpabilidad por la expansión oriental de la OTAN, argumento que Putin despliega para justificar su segunda mortífera invasión de Ucrania en 2022. Se han incorporado a la OTAN únicamente a países de Europa oriental que Putin puede destruir en su totalidad con misiles nucleares de medio alcance. Rusia continua siendo por mucho el país de mayor extensión. Putin también se ha asegurado de que en otras ex repúblicas soviéticas en el Cáucaso y Asia Central gobiernen dictadores prorrusos. Fue teniente coronel de la KGB durante 16 años. En 2015 afirmó en su discurso del estado de la nación que la desaparición de la URSS fue una tragedia. Inevitablemente nunca podía convertirse en un demócrata.
El partido Comunista chino aprendió la lección de la disolución de la URSS. Gorbachov fracasó porque quiso combinar la apertura social y política y reformas económicas. Xi Jinping modificó la Constitución para poder ejercer un tercer mandato como presidente, secretario general del partido Comunista y presidente de la Comisión Militar. Tanto China como Rusia, que ya fueron aliados durante parte de la Guerra Fría, intervienen en otros países para promover únicamente sus intereses geopolíticos y jamás para defender las libertades. Moscú y Pekín no son culpables de la falta de tradición democrática y corrupción endémica en África y Asia. Pero por separado y conjuntamente invierten en infraestructuras y plantas de manufacturación en países emergentes y en vías de desarrollo. China obtiene materias primas y energía a precios muy bajos. Sus inversiones carecen de cualquier estándar de protección medioambiental, laboral y de buena gobernanza. Juntamente con Cuba y Venezuela, Pekín y Moscú han fomentado la extensión de presidentes y gobiernos de extrema izquierda en América Latina, muchos de los cuales han sido democráticamente elegidos. India, Brasil, Turquía, Indonesia y otros emergentes mantienen su comercio con e inversiones en Rusia a pesar de la presión y sanciones de la coalición occidental integrada por EEUU, la UE, el Reino Unido, Canadá, Japón, Corea del Sur y Australia.
El retroceso de la democracia también es debido a las mismas causas que han alentado el populismo de derechas e izquierdas: las recurrentes crisis económicas y financieras, la inmigración descontrolada, la proliferación del terrorismo islámico, las consecuencias laborales del avance vertiginoso de la tecnología y el cambio climático. Conjuntamente son responsables del descenso del volumen e ingresos de las clases medias y bajas y del incremento de la desigualdad entre y dentro de los países. En las democracias avanzadas tradicionales la corrupción de los partidos políticos tradicionales, la falta de información rigurosa absorbida por parte del electorado debido a su dependencia de las redes sociales y los costes de entrada más bajos gracias a la tecnología explican también el auge de partidos y políticos radicales. Ante un mundo tan peligroso, algunos ciudadanos se sienten atraídos por líderes políticos que proyectan fuerza y prometen orden y prosperidad con fórmulas populistas.
La coalición occidental debería recortar su comercio e inversiones en China y los otros emergentes que financian a Putin comprando sus hidrocarburos, cereales y metales. En 2023 Paraguay, Guatemala, Argentina, Bulgaria, Finlandia, Grecia, Montenegro, Luxemburgo, Polonia, Eslovaquia, Suiza y Nueva Zelanda celebran elecciones parlamentarias estatales. En 2024 tendrán lugar en Austria, Bélgica, Croacia, al Parlamento Europeo, Georgia, Lituania, Rumanía, India, Indonesia, Corea del Sur, Sudáfrica, El Salvador, México, Panamá, Perú, EEUU, Uruguay y Australia. Sus partidos moderados deberían comprometerse mediante un pacto escrito a no formar coaliciones con partidos radicales antisistema, como sucede en Alemania con el AfD. Se debería formar una Liga de democracias como organismo alternativo para la gobernanza global. El FMI y los bancos de desarrollo tradicionales deberían cesar sus operaciones en las dictaduras dónde la represión de la oposición es violenta. Pero los votantes también tienen el deber de acudir a medios con rigor e informarse. La legislación de diecinueve democracias obliga a votar y contempla sanciones para los que no lo hacen. Pero se deben aplicar las multas y sanciones. Karl Popper ya avisó de la fragilidad de las sociedades abiertas. El avance de la democracia se conseguirá solamente con acciones firmes a las que con libertad se opondrán grupos que se benefician del estatus quo.
Dr. Alexandre Muns Rubiol.Profesor, EAE Business School.
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