Al portador

Confesiones de un compañero muy Leal del rey Juan Carlos

Leal, que tuvo que exiliarse por sus actividades contrarias al régimen de Franco, fue uno de los niños elegidos para ser compañero de internado del entonces príncipe Juan Carlos

William Penn Adair «Will» Rogers (1879-1935), fue un humorista, comentarista, actor y cowboy, de ascendía «cherokee», llamado «el hijo favorito de Oklahoma», que llegó a presentarse a la presidencia de los EEUU en 1928, y que ironizaba que «la historia es algo que nunca sucedió contada por alguien que no estuvo ahí». Es posible, pero hay excepciones. José Luis Leal, ministro de Economía de Adolfo Suárez, sí estaba ahí y no solo vio sino que participó en lo que ocurrió, como cuenta en «Hacia la libertad», unas memorias, publicadas a finales de 2022 y tan interesantes como hasta ahora poco reseñadas. El autor participó, en el equipo de Fuentes Quintana que preparó la parte económica de los alabados Pactos de la Moncloa, todo indica que irrepetibles, y ahora recuerda que en ellos «se excluían de la garantía del mantenimiento del poder adquisitivo las consecuencias derivadas del aumento de los precios del petróleo o de las malas cosechas».

Leal, que tuvo que exiliarse por sus actividades contrarias al régimen de Franco, fue uno de los niños elegidos para ser compañero de internado del entonces príncipe Juan Carlos durante sus estudios de bachillerato. Primero en la finca Las Jarillas, a las afueras de Madrid, y después en el palacio de Miramar en San Sebastián compartió casi todo –incluido dormitorio colectivo– con el futuro rey y con otros muchachos como Alonso Álvarez de Toledo, Jaime Carvajal, Alfredo Gómez Torres, Álvaro Urzaiz o Juan José Macaya. Fueron una vida y una educación espartana, exigente y religiosa. En Miramar, Leal escribe que el desayuno solía «consistir en una sardina en aceite, a la que seguían tostadas de mantequilla y leche caliente». El autor describe aquellos años con minuciosidad pero, de forma deliberada, elude vincular las anécdotas –infinitas– con ningún nombre, con el propósito de no involucrar a don Juan Carlos, coprotagonista, sin duda, de muchas de las trastadas adolescentes que se describen. Nadie había contado esa historia hasta ahora. Las memorias de Leal son también una confesión sobre una experiencia de educación religiosa que llevó al autor de la práctica diaria –misa, confesión y comunión– al descreimiento, eso sí, desde el respeto, algo que, quizá, les ocurrió a algunos de sus compañeros de estudios de entonces, entre los que estaba el futuro rey. Es algo novedoso y, por eso, muy interesante, en las memorias de un ex-ministro, que sí vió lo que ocurrió y que estuvo allí, aunque solo sea para llevarle la contraria a Will Rogers.