Sin Perdón
La decadencia del independentismo
«El movimiento independentista está agotado. Las personas que acudieron a la convocatoria merecen mi respeto, pero son simples peones»
Hay mucha gente que habla o escribe sobre Cataluña sin conocerla. No basta con pasar un fin de semana, tener un amigo o un pariente. Los sucesivos gobiernos se han ido equivocando en sus decisiones mientras engordaban al nacionalismo. En infinidad de ocasiones he dicho y escrito que ser catalán es mi forma de ser español. Por ello, no acepto lecciones ni de unos ni de otros. El independentismo ha entrado en una decadencia irreversible, aunque seguirá existiendo un porcentaje importante de independentistas. Es algo sentimental que no se resuelve con una reflexión científica a favor o en contra. El amor por Cataluña es algo que aprendí de mis padres. Vivíamos al lado de la Sagrada Familia, se casaron en Montserrat y les gustaban las sardanas, que es un fervor que nunca compartí. Mi abuela recordaba emocionada el entierro de Macià. Me explicaban los bombardeos que sufrieron en Barcelona durante la Guerra Civil. Desde que acudí en 1977 a la primera manifestación, donde se gritaba «Llibertat, Amnistía i Estatut d’Autonomia», es un tema que siempre me ha interesado. He observado los complejos del emigrante que afecta a los políticos cuyas familias no eran de origen catalán. Habían llegado con las oleadas migratorias del franquismo buscando una oportunidad.
Esta Diada ha sido otro fracaso, porque ha estado muy lejos de las expectativas de anteriores convocatorias. Es lógico. El movimiento independentista está agotado. Las personas que acudieron a la convocatoria merecen mi respeto, pero son simples peones. Por fin he encontrado un paralelismo con el 11 de septiembre de 1714. Unos y otros fueron manejados por las elites burguesas catalanas al servicio de sus intereses políticos y económicos. Ahora sucede lo mismo, porque se trata de los intereses de Puigdemont, Junqueras, Rovira, Borras, Aragonès, Turull…. No los agrupo expresamente en función de sus siglas. Son lo mismo. Todos quieren pasar página y buscan únicamente sus intereses personales y partidistas. Hay que añadir a Illa que quiere ser Montilla. Al final, en la cuneta quedarán los irredentos como Dolors Feliu que han sido, como en 1714, las marionetas al servicio de los intereses de los políticos de ERC y Junts.
Francisco Marhuendaes catedrático de Derecho Público e Historia de las Instituciones (UNIE)
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