Sin Perdón
La desolación de la Justicia
El dinamitar la separación de poderes, con el único objetivo de asegurar la continuidad de Sánchez, provoca un daño institucional irreversible
El magistrado Francisco Marín Castán ha estado muy acertado al referirse al «desolador» estado del Tribunal Supremo que preside de forma interina. Esta responsabilidad del presidente de la Sala Primera es esperpéntica. No por su gran categoría personal y profesional, sino porque es una situación anómala que debería provocar indignación y bochorno. El bloqueo de la renovación del CGPJ no es culpa de uno solo de los dos grandes partidos. El culpar solo al PP es una manipulación habitual de la izquierda política y mediática. Lo sucedido con el Constitucional no ofrece ninguna garantía de independencia y respeto a la Constitución. El dinamitar la separación de poderes, con el único objetivo de asegurar la continuidad de Sánchez, provoca un daño institucional irreversible. Es lógico que el PP no esté dispuesto a que se coloque a un clon de Conde-Pumpido al frente del CGPJ. Lo más cómodo, dicho irónicamente, sería que asumiera las dos presidencias de forma que por las mañanas validara constitucionalmente las cesiones que se harán a los independentistas, los comunistas y los bilduetarras mientras que podría aprovechar las tardes para colocar a magistrados defensores del uso alternativo del Derecho en el Supremo, la Audiencia y los Tribunales Superiores. A partir de ese momento, Sánchez podría responder a la pregunta «¿Dé quien depende el Poder Judicial?» como hizo con la Fiscalía.
El Gobierno ha asumido el control del Legislativo, con una presidenta catalanista, y sus apoyos parlamentarios son los enemigos de España. La doctrina que durante décadas ha establecido el Constitucional, contando con juristas de enorme prestigio, se tira a la papelera, porque no encaja con los intereses del sanchismo. La constitucionalidad de las normas dependerá de los caprichos jurídicos de Conde-Pumpido, que se ha convertido en el brazo ejecutor de la voluntad de Sánchez. Nunca imaginé que un magistrado del Supremo estaría dispuesto retorcer la Constitución y las leyes con la ayuda de Campo, Balaguer y Díaz. A quien piense que es una exageración le animo a que compare sus trayectorias académicas y profesionales con las de sus antecesores. Por tanto, mi desolación es por la demolición del Poder Judicial y el TC.
Francisco Marhuendaes catedrático de Derecho Público e Historia de las Instituciones (UNIE)
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