Primarias en el PSOE

Choque de trenes en el PSOE

La Razón
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Si algo ha evidenciado el debate entre los tres candidatos del PSOE a la secretaría general es que el socialismo español vive una lucha encarnizada entre facciones y que el desencuentro augura lo peor. No es conveniente introducir en el lenguaje de Ferraz la idea de «escisión» porque acabará cumpliéndose. El partido está partido en dos –o más– grupos, pero no acaba de definirse con nitidez en base a qué proyectos políticos. Para hablar de política –de programas y no sólo de cómo diferenciarse de la derecha– el primer paso es saber definir quién es el adversario inmediato. Para Pedro Sánchez el contrincante con el que batirse ya no es sólo Mariano Rajoy, lo que entraría dentro de la lógica partidista, sino la propia Susana Díaz, a quien hizo ayer responsable de la actual situación del PSOE al haber apoyado la abstención del partido para desbloquear la situación política y hacer presidente a Rajoy. El problema de Sánchez es que su estrategia para conseguir el liderazgo de los socialistas sigue atada a la pasada legislatura y a los resultados del las elecciones, que le llevó a la peor representación parlamentaria de su historia. En aquellos momentos había tres posibilidades encima de la mesa: o un gobierno presidido por Sánchez y vicepresidido por Pablo Iglesias –que finalmente dejó al primero colgado–, un gobierno de Mariano Rajoy y volver al repetir los comicios por tercera vez con idéntico resultado, incluso más catastrófico para el PSOE. La política se basa en hechos reales y entonces el escenario fue aquel. Sánchez no fue capaz de construir una mayoría que le llevase a La Moncloa y, de haberla conseguido, hubiera sido rehén de Podemos e independentistas. Esos fueron los hechos. Así que volver a ellos sólo demuestra un resentimiento sobre el traumático comité federal del pasado 1 de octubre que desalojó a Sánchez de la secretaría general del partido. Lo que parece no querer entender es que con 85 diputados sus opciones de presidir el Gobierno eran escasas, y ese es el verdadero problema: qué hacer para que el PSOE vuelva a ser una alternativa de Gobierno. Díaz fue muy gráfica al diagnosticar por qué Sánchez no tiene un proyecto: «Pedro, el problema eres tú». Pero no sólo no ha sabido articular una alternativa la negativismo de «no es no», sino que sigue encadenado al estilo bronco y descortés de cuando le dijo a Rajoy en un debate televisivo de las elecciones del 20-D: «Usted no es decente». Ayer repitió la misma zafiedad al decir que el presidente del Gobierno «es una manzana podrida en el cesto de la democracia». Es injusto y falso. Ese estilo inaugurado por Podemos parece que también lo hace suyo Sánchez y, aunque a estas alturas ya no sabemos cuáles son sus planes de alianza con la formación morada, habría que dejar en suspense cuál es su estrategia. Primero se lo jugó todo para ser presidente con el apoyo de Iglesias, luego reconoció que se había equivocado, más tarde habló de «alianza de progreso», incluido los sindicatos, y lo más reciente es que se desdice de lo dicho. Susana Díaz llamó la atención sobre esta incoherencia. El debate no aportó ninguna idea nueva y sólo ratificó las posiciones ya marcadas tanto por Susana Díaz como por Pedro Sánchez y riesgo real de naufragio colectivo. La primera apuesta por un PSOE fuerte y autónomo, capaz de volver a ser la gran fuerza del centroizquierda; el segundo, insiste en diluir el partido en un magma opositor para sacar, sea como sea, a Rajoy de La Moncloa. Sobre el problema territorial quedó algo claro: los socialistas son rehenes de las ideas fetiches introducidos por el nacionalismo catalán y vasco. Hablar de «nación cultural» es retroceder a conceptos que no puede crear derecho –o privilegio– alguno. El socialismo español siempre ha estado en la tradición federal y, por definición, el nacionalismo no busca la igualdad, sino la diferencia. Los candidatos deberían aclararlo antes del próximo domingo.