Bruselas

España marca el rumbo

El «enfermo de Europa» ha resultado ser un alumno aventajado. Metamorfosis que le debe muy poco al azar o a la suerte y sí mucho a la confianza del Gobierno de Mariano Rajoy, no exenta de un punto de orgullo soberano, legítimo, de que España era perfectamente capaz con su propio esfuerzo de eludir el destino del rescate. Y, así, hoy, nuestra economía ha corregido desequilibrios financieros, se ha modernizado, ha recuperado competitividad y, en consecuencia, presenta las mayores tasas de crecimiento de la eurozona. Este 2014, el crecimiento del PIB será del 1,4 por ciento, cuando 2013 había cerrado con una caída del 1,2 por ciento. Los datos del tercer trimestre del año, hechos públicos por el Banco de España y la Unión Europea, son clarificadores: nuestro país ha crecido en ese periodo un 0,5 por ciento, frente al 0,1 de Alemania, el 0,3 de Francia o el -0,1 de Italia. Quienes en Bruselas tacharon de excesivamente optimistas las previsiones presupuestarias para el año que termina reconocen ahora el gran trabajo hecho. Se aducirá, a efectos dialécticos, que la beneficiosa política monetaria impulsada por el presidente del BCE, Mario Draghi, ha tenido su parte en el éxito español, pero se obvia que, gozando de las mismas inyecciones de liquidez, Francia e Italia no han conseguido consolidar sus objetivos de crecimiento y España, sí. Incluso cabría preguntarse cuánto más hubiera aumentado nuestro PIB de haber tenido un mejor desempeño los gobiernos de François Hollande y Matteo Renzi. De hecho, y aunque este ejercicio va a marcar un nuevo récord exportador para nuestro país, la buena noticia es la recuperación del consumo interno, que representa la mitad del PIB y que en un entorno internacional por fin favorable –caída del precio del petróleo, euro más débil y baja inflación– debería experimentar una mayor aceleración. Aunque el Gobierno confía en que la rebaja de la fiscalidad en el IRPF, carga impositiva que ha sustentado buena parte del «colchón solidario» estos últimos tres años, será suficiente para apuntalar el crecimiento, parece evidente que la adopción de mayores incentivos fiscales, combinada con la culminación del programa de reformas y la racionalización del gasto público, conseguiría acercar en el tiempo el objetivo irrenunciable de bajar el paro a niveles europeos. Ciertamente, la economía española ya no destruye puestos de trabajo –los crea–, pero es preciso impulsar el mercado laboral para que los beneficios de la recuperación, el fruto, en definitiva, del gran esfuerzo realizado, lleguen a la mayor parte de las familias. En cualquier caso, las perspectivas son buenas y parecen olvidados aquellos meses no tan lejanos en los que demasiadas voces aconsejaban al Gobierno la rendición del rescate.