Irlanda del Norte

La violencia vuelve al Ulster

La periodista norirlandesa Lyra McKee, de 29 años, murió tiroteada en la noche del jueves en los disturbios que tuvieron lugar en la localidad de Londonderry. Cuando se firmaron los Acuerdos de Paz del Viernes Santo en 1998, que pusieron punto final a tres décadas de violencia entre grupos armados republicanos –partidarios de la unificación de Irlanda– y unionistas –leales a Reino Unido– ella solo tenía nueve años. McKee vivió casi toda su corta vida en paz y las probabilidades de que acabara sus días a causa de una bala perdida en el fuego cruzado de algún choque entre radicales y fuerzas del orden eran realmente exiguas. Sin embargo, la Policía norirlandesa ya ha asegurado que investigará su muerte como un «acto terrorista» (cometido probablemente por el Nuevo Ira) durante los disturbios que pretendían dar respuesta a las redadas realizadas en domicilios de la zona. Es verdad que no es la primera vez que se producen conatos de violencia desde que se firmara el acuerdo de paz en otra Semana Santa de hace 21 años, pero de lo que no hay duda es de que el Brexit, con todos sus despropósitos, ha agitado un avispero que llevaba décadas en relativa calma. El pasado 21 de enero, la Policía británica detonó de forma controlada una furgoneta robada que estaba abandonada en una vía de circunvalación de la misma zona en la que la periodista encontró la muerte. Días antes, los agentes habían puesto en marcha una operación de seguridad tras registrarse un atentado con coche bomba en la ciudad norirlandesa, que se saldó sin muertos ni heridos.

No se trata de ninguna paranoia trasnochada. Existe una posibilidad real de que, tras la salida de Reino Unido de la Unión Europea, se restablezca una frontera dura entre el Ulster y el resto de la isla. Una circunstancia que parece haber retrasado el reloj de la historia hasta finales del siglo pasado. Conviene recordar que en el referéndum del Brexit convocado por David Cameron el 23 de junio de 2016, una amplia mayoría de esta región autónoma votó a favor de permanecer en el club comunitario junto a Irlanda. El resultado era una constatación del temor de revivir las consecuencias económicas y personales que supondrían quedar de nuevo aislados del resto de la república irlandesa por la frontera de 500 kilómetros que lleva más de dos décadas desdibujada. La primera ministra británica, Theresa May, ideó entonces una opción para no reeditar la pesadilla, la llamada «salvaguarda» norirlandesa, según la cual Reino Unido quedaría dentro de la unión aduanera al menos durante los próximos dos años hasta que se pudiera hallar una salida a este entuerto. El ala dura de su partido dijo «no» a esta propuesta en repetidas votaciones en el Parlamento de Westminster porque también contemplaba la libre circulación de bienes entre las dos Irlandas, un estatus único que fue visto por los diputados del DUP, el partido protestante irlandés sobre el que se sostiene May, como un peligroso precedente que alentaría la reunificación.

La muerte de la joven reportera vuelve a poner sobre la mesa la imperiosa necesidad de que el encaje del Ulster en el futuro Brexit se haga con enormes dosis de responsabilidad. En este momento, los equipos negociadores de May y del jefe de las filas laboristas, Jeremy Corbyn, tratan de llegar a un acuerdo sobre el divorcio con Europa que incluiría la opción de la unión aduanera como la más plausible. La nueva fecha límite para que la «premier» británica logre arrancar un sí a su Cámara de los Comunes, aunque sea gracias a la oposición laborista, es el 31 de octubre. Hoy más que nunca debe imponerse la cordura porque hay mucho en juego. Más de 3.500 personas murieron a causa del conflicto en Irlanda del Norte, un episodio de la Historia que no puede volver a repetirse.