PSC

Legitimidad de Pere Navarro

Si bien es cierto que la dirección del Partido Socialista de Cataluña cayó en la trampa dialéctica tendida por los nacionalistas con el «derecho a decidir», falacia que ignora deliberadamente el marco de decisión soberana del conjunto del pueblo español, tal y como lo establece la Constitución, también es cierto que su secretario general, Pere Navarro, ha llevado a cabo un proceso de rectificación cuidadoso en el fondo y en la forma, y en todo momento respetuoso para con los discrepantes. No se entiende de otra forma su decisión de convocar, el pasado 17 de noviembre, una reunión extraordinaria del Consejo Nacional del partido, con el resultado que cualquier observador atento de la realidad catalana podía prever: el 80% de los convocados respaldó a su secretario general. El sector «crítico», partidario de hacerle el juego a Mas y Junqueras en su absurda deriva separatista, cosechó una derrota sin paliativos que, entre otras cuestiones, dejó patente que su peso había sido sobredimensionado por los potentes medios de propaganda del nacionalismo catalán y por el hecho, no despreciable, de que muchos de ellos tenían cierta proyección pública al haber ocupado puestos de responsabilidad en los gobiernos del tripartito. Pere Navarro cuenta, pues, con el respaldo de la mayoría de los cargos de su partido, con el apoyo inequívoco de la dirección federal del PSOE y de su secretario general, Alfredo Pérez Rubalcaba, y, lo que es más importante, con el de la inmensa mayoría de los votantes socialistas, muchos de los cuales se habían alejado de las urnas, descontentos con la deriva errática del partido. En democracia, lo que cuenta es el juego de las mayorías, dentro del respeto a la Ley, y a él están obligados a atenerse quienes se consideran demócratas. De ahí que los tres diputados socialistas que ayer votaron contra la posición de su propio partido en el Parlament catalán –Marina Geli, Joan Ignasi Elena y Núria Ventura– deberían seguir el ejemplo de su compañero Ángel Ros y renunciar a sus escaños. Aquí, como ocurre con el Partido Popular en el caso de la reforma del aborto, no valen excusas o apelaciones a la libertad de voto y a la independencia de criterio, puesto que tratamos de un asunto capital, la defensa de la unidad de España y de la Constitución, que forma parte de las señas de identidad del PSOE y que, por lo tanto, no puede resultar ajena a quienes se presentan en una lista electoral por ese partido. En todo caso, cada cual debe asumir las consecuencias de sus actos. Pere Navarro está obligado a actuar de forma inequívoca con los «díscolos» sin dejarse amilanar por la campaña de agitación y propaganda ya en marcha. Cuenta con la legitimidad democrática y con el apoyo de la inmensa mayoría de los votantes socialistas. En Cataluña, y en el resto de España.