Consejo de Ministros

Lista única, partido único

Si volvieran a adelantarse las elecciones al Parlament de Cataluña, estaríamos ante un verdadero «hecho diferencial» dentro de la política europea: sería la segunda convocatoria consecutiva en la que se llama al electorado a votar a mitad de la legislatura. En ambos casos, el presidente de la Generalitat, que es quien tiene la potestad para el adelanto, es Artur Mas, y lo hace por idénticos motivos: conseguir una mayoría suficiente para emprender un «proceso soberanista» (en las de noviembre de 2012) y declarar la independencia, si realmente nos creemos su palabra, en unas supuestas plebiscitarias. Después de la suspensión por el Tribunal Constitucional de la consulta prevista para el próximo 9 de noviembre, Mas ha emprendido un viaje hacia ninguna parte en el que, tras prometer un referéndum irrealizable en unas condiciones de nulas garantías democráticas, hace el amago –es propio de su estilo no decir nunca con claridad lo que quiere– de adelanto electoral. La novedad es que quiere una lista unitaria con ERC para ocultar un posible fracaso y, de paso, bloquear el camino a Oriol Junqueras, que podría ser, según todos los sondeos, el futuro inquilino de la plaza Sant Jaume. La Unió de Duran Lleida ya ha dicho que no acompañará a Mas en este viaje. Después de dos años íntegros dedicados exclusivamente a poner en marcha el «proceso soberanista», en el que se ha hipotecado la neutralidad institucional de la Generalitat e invertido todas las energías del Gobierno de Cataluña, convertido en un apéndice de los partidos favorables a la independencia. El escenario que propone ahora Mas es una vuelta de tuerca en esta uniformización de la política catalana, con un modelo de partido-movimiento que los dirigentes de Convergència definen como «candidatura de país», lo que añade más condimentos nacionalistas a un ambiente políticamente monocorde y carente de espíritu crítico y, sobre todo, añade confusión a una situación caótica en la que nadie sabe hacia dónde va. ¿De nuevo una legislatura dedicada a hablar del «proceso soberanista»? Según han anticipado los portavoces de Mas, «no son unas elecciones para gobernar, sino para afrontar un proceso constituyente». Efectivamente, de nuevo desaparece la política de lo posible, la política de la ciudadanía, para centrarse en la «construcción nacional». Una «candidatura de país» en la que además estén incluidos miembros de la Asamblea Nacional Catalana y Òmnium Cultural es una degradación de la salud democrática porque niega la labor de oposición, el contraste entre programas sobre los asuntos de política económica y social, y sitúa a Cataluña como una verdadera anomalía en la que su Gobierno está dedicado exclusivamente a separarse del resto de España. Si Artur Mas mirase por los intereses generales de Cataluña, sería la hora de decir adiós.