La situación
Episodios estrafalarios
Si Pedro Sánchez nos filtrara hoy su réplica, nos podríamos ahorrar el bochorno de mañana. Porque todo lo que empieza mal tiende a empeorar
La mejor noticia de que estemos en la semana de la moción de censura es que ya queda menos para que termine ese oprobio para las instituciones democráticas, y nos podamos ocupar de otras cosas. Ramón Tamames dará su opinión sobre el país, lo que podría resultar interesante en el ámbito de la Real Academia de Jurisprudencia y Legislación, por ejemplo. Pero el Parlamento no se inventó para satisfacer las aspiraciones de protagonismo de nadie. Sí resultaría conveniente que Vox encontrara una buena explicación del motivo por el cual nos hace perder el tiempo, pero no la hay.
Así, este lunes el candidato inelegible terminará de retocar el discurso que ya todo el mundo conoce gracias a uno más de los episodios estrafalarios que ha provocado esta moción, incluso antes de celebrarse: que tal discurso se filtrara a la prensa. Si Pedro Sánchez nos filtrara hoy su réplica, nos podríamos ahorrar el bochorno de mañana. Porque todo lo que empieza mal tiende a empeorar.
Los partidos de más reciente creación, pagados de sí mismos todos ellos, han aportado a la política española pocas nueces a cambio de un ruido ensordecedor, consecuencia de su carácter adolescente. La moción de censura es solo un ejemplo más –muy trompetero, eso sí– de esa falta de madurez, característica que se puede poner en duda que lleguen a alcanzar algún día.
Que Vox haya externalizado su liderazgo dice mucho de Vox y de su liderazgo. Desde fuera, la reflexión resulta evidente. Pero más interesante sería que la reflexión se hiciera dentro, aunque la experiencia reciente muestra que los discrepantes acaban lejos del partido, lo que, por otro lado, cuadra con la tipología propia de una formación con ese talante ideológico.
Mañana asistiremos a una moción con un candidato que procede de las antípodas del partido, con un líder que no da el paso adelante que le corresponde, y con el objetivo de que sus protagonistas acaparen quince minutos de televisión. Después, previsiblemente, fuese y no hubo nada. Solo falta que alguien se ponga a vender palomitas a las puertas del palacio de la Carrera de San Jerónimo.
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