Con su permiso

O espello

Los gallegos mañana votan por su parlamento, pero el resultado que las urnas emitan va a ser fundamental para el futuro de la política nacional

 Elecciones en Galicia
Elecciones en GaliciaIlustraciónPlatón

Mañana hay elecciones en Galicia, y Servando se pregunta si al final habrá conseguido su victoria un Partido Socialista que sublima allá, en el viejo reino del fin de la tierra, su estrategia de reforzar el nacionalismo en la periferia para que en Madrid puedan ellos devolver el favor sosteniendo a Sánchez en el gobierno.

Los socialistas, el actual Partido Socialista, da muestras hace tiempo de haber renunciado a su vigor nacional, a su voluntad vertebradora, a su compromiso de hacer país y fortalecerlo, para convertirse en una especie de maquinista de la general que arrastra un caleidoscopio de vagones de colorido pelaje con la única energía de impedir que gane la derecha. Ya no hay que crear o hacer patria sino servir al objetivo de evitar que el adversario político alcance el poder. Ese es el carbón que alimenta la máquina, la madera que sustenta la guerra. Lo cual se le antoja a Servando una estrategia profundamente antidemocrática, tanto como sorprendente le resulta que demócratas convencidos lo acepten como normal. Tragar con que todo vale con tal de que no gane el adversario no solo es negar la limpieza sanitaria de la alternancia en el poder, sino hacerlo con la propia entidad moral del otro: hay que frenarle porque no tiene cuajo democrático y no debe gobernar.

Si la estrategia se desnuda con claridad meridiana en las concesiones imposibles a Puigdemont, en las renuncias a cualquier palabra dada, en el traspaso de supuestas líneas rojas como si fueran nubes de colores en el aire, su campaña en Galicia ofrece la confirmación desde otro ángulo: el candidato socialista de cuyo nombre no se acuerda casi nadie, ha hecho campaña clarísima por la candidata Pontón, la líder del BNG que concentra el voto de la izquierda. Y cuéntese ahí además del propio del tradicional nacionalismo gallego, el que le ha tomado prestado al Podemos ya inexistente y a un Sumar que no levanta cabeza en la tierra de su líder, y, desde luego, el que claramente le ha entregado el Partido Socialista de Galicia.

Le parece a Servando que si gana el bloque de izquierdas Sánchez podrá celebrar que tiene otro remache en el andamio que le sostiene, pero para los socialistas será otro clavo en su ataúd de alternativa nacional.

En el otro lado, tiembla el PP ante la posibilidad de perder el gobierno en Galicia. Sería un desastre para Génova, cuya factura pagaría en primer lugar Núñez Feijóo y, como avalista, un partido cuya estrategia política resulta realmente difícil de definir, si es que existe. Los populares adelantaron las elecciones autonómicas convencidos de que repetirían sin problemas la mayoría absoluta. A día de hoy se arriesgan a perderla a manos de un bloque de izquierda que desde el principio se mantiene compacto. Raro este PP que en julio tenía las generales ganadas y no consiguió los votos suficientes para formar gobierno y que en diciembre convocó elecciones en Galicia y se asoma ahora a la fosa insondable de la derrota.

Servando no sabe muy bien cuál es la estrategia del Partito Popular. Dónde se encuentra y hacia dónde va. Lee en la prensa que algunos dirigentes dejan caer que si pierden la mayoría será por culpa de Vox, como si los votos que le reste se los robara en un callejón de Miño o Melide al doblar la esquina. Los votos que se vayan a Vox lo harán con la misma verdad democrática que los de cualquier otro partido. Es así el acto de votar aunque el destino del papel sea un partido con claroscuros. No te roba votos el que capta mejor los tuyos. Debe ser, se dice Servando, que han aprendido a medias la lección de julio, donde la inesperada fuga de sufragios tuvo mucho que ver con entregarse a Vox en algunas autonomías. Y ahora Vox es culpable de todos sus males.

Lo único común entre una y otra elección es la falta de una estrategia política y, desde luego, electoral, clara. Servando, que no se considera especialmente tonto, es incapaz de ubicar en un espacio político propio a este PP en el que el liderazgo más notorio no es el de Feijóo sino el de Ayuso, y la propuesta política no termina de situarse del todo. Parecen ir dando bandazos, perdidos hasta considerar razonable soltar a punto de urna lo de Puigdemont y el indulto. Algo perfectamente innecesario y mucho más en un momento en que el factor catalán les daba ventaja.

No entiende Servando a qué viene la cosa, ni siquiera como anticipo (qué feo lo de «voladura controlada») al posible anuncio de los indepes de diálogos secretos. Más aún cuando recuerda que hace ya tiempo el propio partido anunció públicamente que hablaría con todos, incluidos los de Puigdemont, cuando llegara el caso o el horizonte de gobierno. ¿Qué más da si los indepes iban a sacar con intención malévola lo que ya el propio partido anunció que haría?

Concluye Servando que los gallegos mañana votan por su parlamento, pero el resultado que las urnas emitan va a ser fundamental para el futuro de la política nacional. No hay más que ver cómo unos y otros, pero sobre todo los dos grandes, llevan a Galicia «o espello», el espejo de lo que son y hoy hacen en toda España.