Tribuna
¿Una estrategia para el vecindario sur?
Es hora de que la UE deje atrás el enfoque francés y empiece a trabajar sobre la base del respeto y la no injerencia en el vecindario sur
La creciente presencia de Rusia y China en el Sahel –una presencia cada vez más consistente en cuanto a su componente militar– lleva un tiempo encendiendo todas alarmas de la UE y sus Estados miembros. Especialmente, si se analiza la proyección de dichos actores a la luz de la progresiva salida de Francia de la región, hasta hace poco su zona de influencia indiscutida.
Los cambios de régimen experimentados en Mali, Burkina Faso y Níger han comportado un profundo reajuste en las relaciones y alianzas de estos en detrimento de la UE y sus intereses. Al decantarse las juntas militares instaladas en el poder en estos países por un trato preferencial hacia las principales potencias emergentes han puesto de relieve dos hechos. Por una parte, el escaso margen de acción y de maniobra que tienen Estados miembros como Francia, Alemania, Italia o España. Por la otra, la dudosa proyección política de la UE ya no en el mundo, sino en su vecindario más inmediato.
En lo referente al vecindario sur, la situación en el Sahel ha obligado a la UE a desmantelar buena parte de sus misiones no ejecutivas desplegadas en la región. Hasta el momento el reajuste producido en esta zona ha afectado a países sin salida al mar. Existe el riesgo de que esta situación se extienda a los países costeros de la región (Mauritania, Guinea, Costa de Marfil), lo que afectaría a la postre los intereses comunitarios en el Golfo de Guinea. Todo esto ocurre, además, en medio de un clima global caracterizado por la pugna que mantienen las potencias occidentales y las potencias emergentes. Entre los defensores y los detractores del statu quo existente.
Es un hecho objetivo que la concurrencia de potencias internacionales, regionales y subregionales ha aumentado. Esto implica que los actores occidentales ya no son los únicos con capacidad para proveer bienes y servicios. La entrada de China, Rusia, Turquía, entre otros, en los espacios africanos donde la UE está de salida se debe no solamente a la capacidad de estos para proveer bienes y servicios, sino por su habilidad a la hora de mejorar la oferta de los países occidentales mediante las herramientas de la cooperación técnica. Uno alberga la sospecha de que la UE y sus Estados miembros han sobrevalorado su posición de dominio en materia de cooperación multilateral (Norte-Sur) más de lo debido, descuidando así la cooperación bilateral (Sur-Sur) que las potencias emergentes vienen brindando.
Refractarios a este hecho, la clase política comunitaria persiste en analizar la situación en la vecindad sur, especialmente en el Sahel, desde enfoques de fuerza («el lenguaje del poder»). Para esta, el debate parece reducirse a si avanzar hacia en el establecimiento de unas capacidades militares propias para proyectarse hacia la vecindad sur o si recurrir a la OTAN para que sea esta la que se encargue de atajar las amenazas y los desafíos que provienen del sur. En la práctica, lo que se busca, de manera poco sofisticada, es recuperar lugar el espacio perdido, sin apenas una revisión crítica.
Si la UE está interesada en una estrategia de largo plazo para el conjunto del vecindario sur (Mashreq, Magreb, Sahel) debería empezar a dominar también el lenguaje intercultural: 1) Invertir decididamente en la generación de un clima de confianza mutua como base de todo diálogo positivo; 2) reducir el nivel ignorancia respecto a estos países, pues más que arrogancia la ignorancia implica desprecio; 3) aceptar que son estos países quienes han de tomar sus propias iniciativas políticas, aunque no nos parezcan las más acertadas; 4) comprender que no inmiscuirse en asuntos internos puede ser la mejor opción; 5) aceptar que no es la cooperación, sino el tejido industrial el marco para propiciar cambios estructurales; 6) entender que corresponde a estos países establecer su liderazgo político y fijar su agenda de prioridades; 7) aceptar que los sesgos colonialistas son bien conocidos en esos países y, por consiguiente, son contraproducentes, pues refuerzan el enfoque estratégico de terceras potencias. Las claves interculturales referidas más arriba no son mías. Las he tomado prestadas del discurso que pronunció en la Escuela Diplomática hace escasos meses Alberto Virella Gomes, ex embajador en Misión Especial para el Plan África.
Se trata de ideas apropiadas para cualquier estrategia de aproximación a otras regiones del mundo. Con miras a la próxima Cumbre de la OTAN en Washington, de la que se espera se adopte algún documento estratégico respecto al Mediterráneo o al Flanco Sur, sería igualmente apropiado que la clase política comunitaria tuviera en cuenta la validez del marco intercultural. En un escenario global crecientemente multipolar la solución a los problemas en el Sahel no va a llegar desde planteamientos unilaterales. Es hora de que la UE deje atrás el enfoque francés y empiece a trabajar sobre la base del respeto y la no injerencia en el vecindario sur.
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