Genucidio con u

En las últimas seis horas, si no ando errado, Ione Belarra no ha emitido la palabra «genocidio» para acusar a nadie de nada. ¿Debemos empezar a preocuparnos? Tal hecho inusitado hace temer que se halle indispuesta y que solo un gran impedimento físico le haya imposibilitado pronunciar la palabra a la que es tan adicta y sin la cual no puede vivir.

Los genocidios que atribuye Belarra aquí y allá, con la frivolidad y despreocupación de una niña bien y la mirada estólida de un batracio jipi, le tocan un día a la hispanidad y otro al sionismo. La lista de peores enemigos de la humanidad del diario personal de Belarra debe ser impresionante. Es probable que incluya al hombre que decidió dejar de fabricar camisetas del Che Guevara (genocidio iconográfico) y al que retiró de las televisiones por aburridas las películas de Eric Rohmer (genocidio de endorfinas). Teniendo en cuenta que el premio Princesa de Asturias celebró estos días su recepción principal en el Hotel Reconquista de Oviedo, no sé como nuestra admirada Ione ha dejado escapar la oportunidad de soltar una de sus psicotrónicas afirmaciones como que ahí, en la reconquista, es dónde se originó hace siglos el genocidio de todo el pueblo palestino.

Un genocidio es una cosa muy seria y no se ha de usar su nombre en vano, querida. Por eso, tras el Holocausto de la segunda Guerra Mundial la comunidad internacional intentó incluso darle definición y forma penal. Esa conformación no es un chándal elástico que se estira y se encoge para dar cabida a tus fobias y filias personales e ideológicas. No admite el genucidio genuflexo (halagar de rodillas a los asesinos) ni tampoco el geniocidio (exterminar cualquier síntoma de genialidad sustituyéndola por el mal genio).

Sea cual sea su patología, le deseamos un pronto restablecimiento, pero… ¿para cuándo Podemos propondrá entre sus filas a algún representante mínimamente formado desde el punto de vista cultural?