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El canto del cuco

El Gobierno, pendiente de Ábalos

Ábalos no está dispuesto a cargar él solo con la mochila, ofreciendo al presidente mansamente, a cambio de promesas lejanas, la lealtad perruna que le brindó Barrionuevo a Felipe González cuando los GAL

El cerco judicial se estrecha en torno al presidente del Gobierno y su partido. Los sobresaltos se suceden. Nadie sabe qué nuevas revelaciones estruendosas aparecerán mañana. Pedro Sánchez ha perdido el dominio del relato y está perdiendo los papeles. Pocos se creen ya que aquí no pasa nada y que todo se debe a una operación de acoso y derribo de la derecha. Están pasando cosas muy serias. La escandalosa publicación de los “whatsapps” entre él y Ábalos es una demostración de la larga complicidad entre ellos y del talante autoritario y hortera del líder socialista, un político al que se le está perdiendo el respeto. La táctica del contrataque deja de ser eficaz. Su inquina contra Feijóo fortalece al líder del PP de cara al próximo congreso de su partido, como ha afianzado a Díaz Ayuso en Madrid. Sánchez embiste ciegamente a los adversarios políticos y se refugia luego en el burladero sin dar explicación de sus actos.

El previsible procesamiento de José Luis Ábalos, su hombre de confianza en el Gobierno y en el partido, que guarda la llave del arca de sus secretos, es el principal motivo de preocupación en La Moncloa y en Ferraz. Hay miedo a que rompa el silencio si se ve perdido y humillado. Los “whatsapps” se interpretan como un primer aviso. Eso explica los aparentes intentos de reconciliación que reflejan estos mensajes, después del despido inexplicado. Destaca el sigiloso paseo, en 2023, en los jardines del palacio. Aquel día Pedro Sánchez se llevó a su antiguo amigo y colaborador literalmente al huerto, plantado por su mano. No parece, sin embargo, que cuajara esa reconciliación. Ábalos no está dispuesto a cargar él solo con la mochila, ofreciendo al presidente mansamente, a cambio de promesas lejanas, la lealtad perruna que le brindó Barrionuevo a Felipe González cuando los GAL. Aquellos eran otros tiempos, otros personajes y otras circunstancias.

Los casos judiciales de la familia presidencial duelen más, pero tienen seguramente menos alcance político y penal que lo que pueda descubrirse en la sede socialista de Ferraz, ahora en manos del sanchista navarro Santos Cerdán, último superviviente del Peugeot. Pregonar constantemente que esto sigue, que no pasa nada, contrasta con la impresión general de que la estabilidad del actual Gobierno pende de un hilo, no solo del oscilante hilo de Puigdemont. Una nueva revelación en un medio de comunicación, un registro intempestivo de la UCO, una inesperada actuación judicial o un simple “whatsapp” pueden acabar abruptamente con la legislatura. Y pocos observadores dudan de que esto puede estar a punto de ocurrir.