Tribuna

No hay piedad para los malditos

Habrá que esperar a que por lo menos sea un dinero bien invertido. Porque no habrá palanca para tanto apalancamiento.

El escrutinio de Hacienda a Enríquez Negreira ha puesto al Barça de Laporta contra las cuerdas. Los pagos realizados durante tres lustros por el Club al que fuera número dos de los árbitros españoles han abierto la Caja de Pandora. No hay piedad para los malditos.

Sea como fuere, el daño reputacional ya está hecho. Y empaña la sin duda mejor época de la historia del Barça, santo y seña del catalanismo. Y sin lugar a dudas, la que más títulos y de más prestigio permitió cosechar a un Barça que hoy es una sombra de lo que fue cuando su columna vertebral en el campo eran Piqué, Xavi e Iniesta. Con Messi de ariete. Y con un fútbol de toque y estilismo que asombró a propios y extraños.

Con Guardiola al frente –y luego Luis Enrique– sacaron de quicio a Mourinho y su fútbol tosco, dejaron en entredicho al señorío y su secular dominio del fútbol español. Incluso Europa se rindió al fútbol azulgrana. El mundo del fútbol se entregó al mejor Barça de todos los tiempos, reconociendo su superioridad e hiriendo así el orgullo de su rival ancestral.

También fue esa columna vertebral, la base del fútbol preciosista y de mayores éxitos de la selección española. Sin igual. Sin ellos, los Iniesta y compañía, entre otros, pero sobre todo sin ellos, no se hubiera logrado el Campeonato del Mundo de Suráfrica en 2010. Ni las eurocopas. Éxitos sin precedentes que firmaron esos jugadores con la zamarra azulgrana y con la Roja.

Llevaba España un siglo esperando una generación que la coronara mundialmente. Los éxitos europeos de aquel Madrid de ensueño de Di Stefano –orgullo patrio– no tuvieron traslación a la selección. Paradójicamente sí los tuvieron con la base del equipo que armó el independentista Guardiola, el mismo que como jugador de la Roja jamás olió éxitos similares. Ni remotamente. Y claro que es una paradoja que así fuera. También, claro está, para los que pretenden separar, con fingida ingenuidad a veces, el deporte de la política.

Era tal la calidad de esa columna vertebral –a la que hay que añadir al baluarte Puyol (todo pundonor) y a Busquets– que arrasaron con todo en el Barça y repitieron la gesta con España. Con ellos, la Roja encandiló y tocó el cielo. Y eso es difícilmente cuestionable. A mayor abundamiento, hacerlo sería ir contra todos sus éxitos y contra una hemeroteca que atestigua su virtuosismo. ¿O es que aquel 2 a 6 de 2009 fue por el arbitraje? Visto lo visto, por lo menos se merecerían la presunción de inocencia. Aunque los tiempos que corren no sean excesivamente propicios a ello. Ni sea neutra la pugna histórica entre Madrid y Barça y lo que cada uno de ellos representa y ha representado.

Eso no quita para que el Barça tenga, en el mejor de los casos, una explicación peliaguda a esos pagos a Negreira. Lo que va a representar, sin lugar a dudas, una mancha imborrable para años a su buen nombre y trayectoria. Eso ya no se lo sacuden ni eliminan por mucho que froten la camiseta.

Como no es menos cierto que muchos le tienen ganas al Barça. Y al impetuoso Laporta. Sólo hay que ver como Tebas pidió de inmediato su cabeza. Sin esperar a nada, sin más. Se lanzó a por él como si llevara tiempo esperando el momento. O un pretexto. Y es obvio que los pagos a Negreira son un pretexto que da para todo tipo de especulaciones, maldades y conjeturas. Más prudente se ha mostrado Florentino Pérez, aunque al final ha sucumbido a las presiones del entorno. Pero con otro cariz al de Tebas, con guante de seda aunque sumándose al clamor contra una institución, el Barça, que se ha significado y es vista como más que un club.

El Barça está hoy acorralado. Y su prestigio en entredicho. Le espera el purgatorio. Pero va a sobrevivir a este bochornoso episodio como ha sobrevivido históricamente a cierres políticos gubernativos. O al fusilamiento de su presidente Suñol en agosto del 36 en la Sierra de Guadarrama. O a Bartomeu. O al affaire Neymar. O al despilfarro por Coutinho y tantos otros. Dinero quemado, hipoteca para el club. El Barça lo va a pasar mal. Sin duda. Y ocurra lo que ocurra – no consta hoy un sólo árbitro que amañara partido alguno- se sobrepondrá.

Otra cuestión es cómo logra explicar lo ocurrido que es obvio que huele a azufre. Y determinar quiénes se han embolsado dinero a cuenta de no se sabe exactamente qué. Feo asunto, que se deberá esclarecer para salir del atolladero. Laporta no lo tiene fácil. De momento gana tiempo, ha abierto una investigación externa. Pero tampoco el momento del club va a ayudar, sumido en una crisis deportiva y económica que pudo ser social y que lastra su margen de maniobra que pronto será en el exilio de Montjuic, cuando empiecen las controvertidas obras (turcas) de un nuevo estadio. Otro frente para Laporta, otro desembolso que llega tarde y sin despejar dudas sobre el dispendio y su ejecución en término. Habrá que esperar a que por lo menos sea un dinero bien invertido. Porque no habrá palanca para tanto apalancamiento.