Tribuna
Hora de cambiar con Ucrania
Si queremos acabar con la tragedia ucraniana y disuadir a Putin de que intente alterar otras fronteras usando la fuerza bruta, deberíamos reevaluar la auto disuasión que hemos venido practicando
Normalmente se acepta que en la guerra hay que adaptar nuestra estrategia a las reacciones del adversario. Aunque lo que venimos haciendo los occidentales en Ucrania haya sido acertado hasta el momento, la situación ha variado tras casi año y medio de amargo conflicto contra las fuerzas del mesiánico y cruel Putin. Es quizás pues, la hora de recapitular, comprendiendo que, si no lo hacemos, vamos hacia un conflicto enquistado que convertirá Ucrania en la mecha encendida de un peligroso barril de pólvora en medio de Europa. Hay que reaccionar estratégicamente.
Repasemos primero nuestro bando empezando por la heroica conducta del pueblo y ejército ucraniano liderados por el presidente Zelenski. La limitación básica asociada a la imprescindible ayuda militar occidental –que no se use contra territorio ruso– ha significado que los ucranianos han tenido que combatir con un brazo atado a la espalda. Mientras los sicarios del Sr. Putin han bombardeado a placer ciudades y blancos ucranianos, los contrataques en Rusia han sido escasos y tímidamente reconocidos. El origen de esta limitación ligada a nuestra ayuda militar es la posesión de un anticuado pero terrible arsenal nuclear en manos del inescrutable y peligroso sátrapa del Kremlin. Pero tras todo este tiempo de sufrimiento, estamos empezando a descifrar algo de lo que hace –y sobre todo lo que omite– y ha dicho el Sr. Putin.
La disuasión es básicamente una percepción psicológica. Indudablemente tiene un factor objetivo: la cantidad y calidad del armamento, el adiestramiento de las tropas y la capacidad de los mandos que la practican. Pero la voluntad de emplear dichos medios cinéticos siempre requerirá una estimación subjetiva más allá de los faroles y amenazas que suelen acompañar a los enfrentamientos violentos. Las amenazas de emplear armas nucleares proferidas desde el entorno de Putin, e incluso por él mismo, no se han cumplido pese a estar asociadas a transferencias de un armamento occidental que han ido in crescendo a lo largo del conflicto. Es más, la doctrina rusa publicada prevé el uso del armamento nuclear si la «madre Rusia» es agredida. Al anexionarse últimamente cuatro provincias ucranianas, Putin ha caído en una auto trampa pues estos oblasts no han sido conquistados completamente por lo que deberían ser considerados –según su delirante razonamiento– sagrado territorio en manos de un enemigo externo y por lo tanto motivo suficiente para una represalia nuclear lo que evidentemente no ha ocurrido. Por todo ello, creo que ha llegado el momento de reevaluar la auto disuasión que ha venido practicando el presidente Biden –y que la OTAN ha seguido dócilmente– de no permitir que los ucranianos toquen territorio ruso. Mi percepción es que Putin no va a ordenar emplear armas nucleares por nada que no sea su permanencia personal en el poder y que por lo tanto, podríamos reconsiderar las limitaciones que hemos impuesto a Ucrania, especialmente teniendo en cuenta que las sanciones comerciales contra Rusia están mostrando menor eficacia que la esperada. Nuestro mundo globalizado tiene tantas conexiones comerciales que las sanciones económicas –por formidables que parezcan en teoría– hacen agua por los innumerables agujeros que representan terceros países dispuestos a hacer negocio con la situación rusa y que encabeza con gusto la China del presidente Xi. Estas sanciones deberían haber debilitado la retaguardia rusa de manera análoga –aunque más ética– que los crueles ataques rusos con misiles y drones intentan neutralizar la infraestructura y el espíritu de lucha de los ucranianos. Pero ninguna de estas dos estrategias está funcionando: los ataques rusos refuerzan cada día más la voluntad de resistir de los ucranianos; nuestras sanciones económicas no tienen de momento un efecto apreciable sobre la anestesiada opinión pública y el tren de vida de los oligarcas rusos. Así las cosas nos encaminamos hacia una situación de conflicto indefinido que sería una llaga abierta en medio de nuestra Europa libre y próspera. Habría que revisitar nuestra auto disuasión ante Putin y empezar a permitir que los ucranianos contraatacasen el territorio ruso ¿hasta unos 200 kms. por ejemplo? desde el cual, centros de mando y logísticos apoyan impunemente la invasión de Ucrania. Tras comprobar que las amenazas rusas de ataque nuclear han quedado en baladronadas –lo que prueba que Putin todavía conserva capacidad de evaluación racional y no desea ver convertidos Moscú y San Petersburgo en Hiroshima y Nagasaki– permitir al presidente Zelenski un mayor grado de simetría en la defensa de su Patria. Esta actualización de estrategia todavía dejaría fuera de límites Moscú capital y por lo tanto no trataría de desestabilizar el régimen del Sr. Putin, ya que este podría seguir atacando toda Ucrania y especialmente Kiev; pero al menos permitiría un cierto equilibrio entre agredido y agresor. En cierto modo el aumento progresivo de nuestra ayuda militar ha ido en esta dirección pero seguimos imponiendo limitaciones a Ucrania que retrasan sine die las negociaciones para recuperar el territorio invadido.
Si queremos acabar con la tragedia ucraniana y disuadir a Putin de que intente alterar otras fronteras usando la fuerza bruta, deberíamos reevaluar la auto disuasión que hemos venido practicando. Solo vencer el miedo nos hará libres.
Ángel Tafalla.Académico correspondiente de la Real de Ciencias Morales y Políticas y Almirante (r).
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