El bisturí

A Lobato se le está poniendo cara de Simancas

Su plan de acción contra el PP con la Sanidad es un plagio del que usaron sin éxito sus antecesores

A Juan Lobato, el líder títere de los socialistas madrileños de cuyos hilos tira Pedro Sánchez, se le está poniendo cara de Rafael Simancas. Que se te ponga cara de Simancas en política equivale a decir que tarde o temprano terminas perdiendo el puesto porque te lo quita el mismo que te lo dio si ve que eres vapuleado elección tras elección. De momento, esta metamorfosis facial no se ha consumado del todo y habrá que esperar hasta mayo para comprobar si llega a término o no, pero las encuestas no pintan bien para el elegido por el presidente del Gobierno para noquear a Isabel Díaz Ayuso, la gran pieza a batir, y Lobato no para además de emular al que fuera secretario general del PSOE madrileño antes de dimitir en 2007 por los malos resultados en los comicios, después, eso sí, de que José Luis Rodríguez Zapatero le sugiriera que lo hiciera.

El método de acción de Lobato es calcado al de Simancas y al de tantos opositores a los gobiernos populares autonómicos y nacionales desde tiempos inmemoriales. Tan viejo es, que sorprende que aún haya incautos que se dejen embaucar por él, pero de eso se valen los que lo utilizan. Básicamente, sigue los siguientes pasos: primero se escoge una temática de interés para el gran público, como puede ser la Sanidad pública, la joya de la corona del Estado del bienestar, y la misma que hoy se hunde por la sobrecarga pasada de la covid, y la infrafinanciación y la falta de reformas del Gobierno. Después, se enarbola la bandera de su defensa y cuando apenas quedan pocos meses para unas autonómicas o municipales la bandera se agita con fuerza, no sin antes difundir el bulo de que el partido opositor quiere privatizar, como hacían Castro y Chávez en Cuba y Venezuela con enemigos invisibles inventados para atemorizar al pueblo. Con el fin de que el mensaje cale convenientemente entre el electorado se aplica el principio creado por Goebbels de que una mentira mil veces repetida termina convirtiéndose en una gran verdad.

El éxito de esta técnica de propaganda resulta vital para lograr los objetivos electorales y por ello se echa mano como amplificadores del mensaje de sindicatos afines como UGT y CC OO, siempre genuflexos con el Gobierno, o el de los maquinistas que nada pían del escándalo de los trenes en Cantabria, pero sí de la Sanidad. Curioso. También de asociaciones de confianza, como las feministas, que parecen saber mucho de privatizaciones y poco de rebajas de condenas de centenares de violadores por culpa de una ley chapucera que debería haber provocado dimisiones en el Gobierno de Sánchez, no en el de Díaz Ayuso. En el mejunje se incluyen también federaciones vecinales, autodenominados defensores de lo público y otras entidades variopintas elegidas para hacer bulto y ruido. El condimento final lo ponen los medios adictos al régimen y unas cuantas voces de famosetes, principalmente actores subvencionados, con el objetivo de dar mayor credibilidad al mensaje. Es entonces cuando las banderas ondeadas derivan en manifestaciones aparentemente apolíticas, pero dirigidas siempre contra los mismos, los oponentes que nada han privatizado. Bulos parecidos se utilizaron en el pasado. Cuando abrieron sus puertas los hospitales de Alcorcón y Manacor, y el Hospital de Alcira, cientos de voces socialistas decían que a los pacientes se les cobraría con tarjeta. Huelga decir que perdieron las elecciones, algo de lo que debería tomar nota Lobato si no quiere convertirse en Simancas II.