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Al portador

Mentiras electorales y las cosas de comer

«Los “indepes” de ERC podrían apoyar a Illa por la única razón de que conservarían algo de poder y varios puestos»

Otto von Bismarck (1815-1898), «El canciller de hierro» y también el hombre que inventó –puso en marcha– la Seguridad Social, con una edad de jubilación a los 70 años, explicaba que «nunca se miente tanto como antes de las elecciones, durante una guerra y después de una cacería». El refranero popular apostilla que «las mentiras tienen las patas muy cortas». El lunes próximo, el día después de las elecciones catalanas, se comprobará, cuando caigan en el olvido muchas de las afirmaciones que han hecho en campaña Salvador Illa, Carles Puigdemont y Pere Aragonès/Oriol Junqueras que son quienes, según los profetas de la demoscopia, tendrán algo que decir a la hora de elegir presidente de la Generalitat. Eso no quiere decir que el resto de candidatos respetaran siempre la verdad, aunque ahora sea –no debería serlo– intrascendente. Aragonès, por si acaso, defiende que «tener contradicciones es lo valioso». Illa asegura que «el Gobierno de la Generalitat se decidirá en Cataluña» y que «no será muleta de nadie». Puigdemont quizá tiene más credibilidad cuando promete «exprimir al máximo» la capacidad de condicionar al Gobierno, pero menos en su bravata de retirarse si no es presidente de la Generalitat. Ahora juega la baza sentimental, esa que tanto le gustaba a Iván Redondo, y en la semana del apagón, absurdo y desfasado, de publicación de encuestas, la rumorología apunta que Illa ganará, pero ya con mucha menos ventaja. Conflicto o bloqueo en horizonte. Si el tripartito –PSC, ERC y los Comunes de Colau– suman, Aragonés y Junqueras tienen un problema. El dilema será investir o no a Illa, después de que dijeran que «ERC no le dará apoyo, sea de la forma que sea, porque tenemos proyectos antagónicos». Históricos de ERC como Carod Rovira y Puigcercós ajustarán cuentas con Junqueras si la candidatura de Aragonès se estrella. Entonces, apoyar a Illa sería suicida para el futuro, pero a ERC le permitiría mantener ciertas cotas de poder –son las cosas de comer– que, en la oposición, perderían del todo y dejar el coche oficial no es fácil. Y, en un improbable vuelco, pero no imposible, si Puigdemont dependiera de los votos de ERC, estarían obligados a apoyarle. Hasta entonces, las últimas mentiras antes de las elecciones, como diría Bismarck.

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