Aunque moleste

Nuevas turbulencias vascas

Problemas como la inseguridad emergen en una sociedad subvencionada por el PNV

En animada conversación, un amigo vasco reconocía el otro día la evidencia de que la sociedad de Euskadi ha cambiado y que los clichés de hace 16 años no sirven para explicar los movimientos de hoy. Políticamente, el PNV ha pasado de ser un partido de la derecha confesional jeltzale a una organización transversal administradora de dinero público en forma de cargos y subvenciones. Hay un movimiento radical en la izquierda que en otras elecciones se identificó con Podemos y ahora, huérfano de Iglesias, se está refugiando en Bildu, heredero de ETA pero más centrado en apariencia en las batallas culturales de las sociedades acomodadas: cambio climático, empoderamiento femenino, movimiento LGTBi, problemas de la sanidad y la vivienda, etc. Es decir, el discurso tradicional del podemismo, pero impregnado de reminiscencias abertzales. De hecho, en los actos de Bildu, otrora repletos de ikurriñas e instrumental proetarra, predominan hoy las banderas arcoíris, el morado feminista y el verde climático. Mientras que el PNV se ha acomodado, su enemigo soberanista ha ido creciendo entre una juventud más preocupada por el alquiler, la calidad del empleo, la emergencia climática y los problemas energéticos o geopolíticos. Bien manejado por un Otegi que estratégicamente ha colocado en primera línea a personajes emergentes como Pello Otxandiano, cuyo discurso pone más el acento en las políticas sociales que en el soberanismo, «aunque sin renunciar a él».

Otro de los problemas que preocupan hoy en la sociedad vasca, aunque menos aireado en esta campaña, es el de la inseguridad ciudadana, tal vez por el temor de unos y otros a ser confundidos con Vox. Aunque no esté en las primeras páginas, en provincias como Guipúzcoa las violaciones han aumentado un 200 por ciento en un solo año, habiéndose multiplicado por cuatro con relación al año anterior. En Bilbao, los delitos cometidos por extranjeros ilegales crecieron un 40 por ciento, de modo que un 26 por ciento de los bilbaínos dice que su principal preocupación es la inseguridad. Y en Vitoria, en barrios como Salburua y Santa Lucía, los vecinos han tenido que organizarse en labores de vigilancia ante las olas de agresiones y robos que sufren. Hechos que podrían explicar la subida del PP en las encuestas, y el mantenimiento de las expectativas de Vox.

Recordaba nuestro interlocutor que, bajo la apariencia de una sociedad acomodada con alto nivel de bienestar, subyacen estas inquietudes y otras. Citaba como referencia el caso de Suecia, que en menos de 15 años ha pasado de ser uno de los países más seguros del mundo a tener la mayor tasa de homicidios de la Unión Europea, en paralelo al crecimiento de la población foránea (kurdos, turcos, iraníes, iraquíes, sirios, etcétera), ya mayoritaria en barrios del extrarradio de Estocolmo, Gotemburgo o Malmo.

Es evidente que las cosas en Euskadi no llegan a tal extremo, pero alguna asociación vecinal acusa al Gobierno vasco de subvencionar políticas favorecedoras de una inmigración conflictiva que aumenta los niveles de inseguridad. Si a ello se suma el desempleo juvenil, los bajos salarios, la saturación de la sanidad, el fracaso escolar y los crecientes problemas de vivienda, se llega a la conclusión de que el jardín vasco no es tal, y ahí puede estar una de las claves de la bajada del PNV.