Tribuna

El nuevo orden mundial

Putin ya ha empezado por Ucrania, pero si Trump le sigue ayudando en convertir unas tablas militares en una victoria diplomática, no parará ahí

El nuevo orden mundial
El nuevo orden mundialRaúl

Un impetuoso vendaval de cambios está cayendo sobre el orden mundial imperante hasta el momento. La descarnada agresión de Putin contra Ucrania y la elección por segunda vez de un desinhibido Trump como presidente norteamericano han convergido –desgraciadamente– en provocar esta tormenta internacional. ¿A dónde nos conduce todo ello? Especular sobre estos cambios es el quizás excesivamente ambicioso objetivo de estas líneas. Intentaremos vislumbrar entre la espesa niebla, tratando de controlar la natural zozobra, cuál será el futuro que nos espera.

Trump se nos muestra impulsivo y vengativo, dotado de una energía notable aunque arrastrando evidentes carencias intelectuales, morales y culturales. Su proceso habitual de decisión no requiere un estudio previo de los factores que influyen en la situación –especialmente ante problemas complejos– primando al acometerlos, la rapidez y fuerza cinética sobre cualquier otra consideración. Su confianza en sí mismo es tal, que, si cree que algo está mal, arremete sin vacilación alguna, aunque ante dificultades imprevistas se retira sin mostrar rubor alguno. Como ningún sistema es perfecto, siempre habrá en el pasado norteamericano o mundial temas que Trump imagine que requieren enérgicas enmiendas. Pero la manera de intentar solventarlos, al menos hasta ahora, ha sido claramente defectuosa. ¿A dónde nos conduce este Trump que ahora se ha rodeado de un equipo donde solo cuenta la lealtad a su persona y no la experiencia o la inteligencia? Posiblemente ni tan siquiera él lo sepa exactamente, pero algo en su hiperactividad nos puede permitir deducir hacia dónde nos encaminamos. El Sr. Trump solo respeta la fuerza. En la arena internacional actual la encuentra únicamente en la China de Xi y en la Rusia de Putin; además, naturalmente, de los EEUU bajo su aspirante a emperador. Su motivación básica en asuntos domésticos es la venganza contra las élites que –en su versión– le han perseguido a lo largo de su carrera. Otra motivación que se ha descubierto recientemente y que acompaña a la meramente económica es la urgencia de demostrar todo el esplendor de su poder al vencer y humillar públicamente a sus imaginados adversarios.

Reconozco que no soy psiquiatra, pero si el carácter descrito del Sr. Trump es básicamente acertado, nos encaminamos hacia un nuevo orden mundial desprovisto de cualquier fundamento moral donde tan solo tres potencias merecerán reconocimiento: China, por su poder económico y laboral; la Rusia de Putin, por la falta de escrúpulos con que emplea la fuerza militar y profiere amenazas nucleares; y, naturalmente, los EEUU, que en su mentalidad se identifican con su nuevo líder, progresivamente libre de ataduras constitucionales, judiciales o democráticas. El resto de las naciones del mundo, dotadas solamente con una limitada capacidad de decisión económica o militar, deberían repartirse entre esferas o zonas de influencia de estas tres naciones líderes. La regla única para este emergente orden mundial es que una nación líder puede intervenir en su esfera de influencia sin que las otras dos interfieran. Pero la historia demuestra que la periferia de las zonas de influencia no es tan neta que pueda evitar completamente que surjan conflictos. Posiblemente, ni tan siquiera Trump sepa a fecha de hoy cuál es el desafortunado modelo al que sus acciones y omisiones nos están conduciendo, aunque lo va a ir descubriendo paulatinamente. Su desprecio hacia cualquier forma de ordenamiento internacional y hacia las Organizaciones que las materializan también influye decisivamente. Su obsequiosa conducta con Putin y el torrente de aranceles contra China –para luego retroceder ante las previsibles represalias– acabará en un intento de repartirse el mundo en tan solo tres partes, salvo que alguien, ¿la India o la Unión Europea?, logre salvarse a tiempo. Taiwán está claramente amenazado en este nuevo posible orden mundial, mientras que Japón, Corea del Sur y Filipinas –entre otras naciones asiáticas– están abocados a caer en la esfera de influencia china. Pero sin duda, es Europa el área más inminentemente amenazada. Putin ya ha empezado por Ucrania, pero si Trump le sigue ayudando en convertir unas tablas militares en una victoria diplomática, no parará ahí. Posiblemente, los países bálticos, Finlandia, Polonia y otras naciones del Este y Norte caerían bajo la zona de influencia rusa. Tras no intervenir ante esta partición de Europa, Trump sería «recompensado» con seguir manteniendo su influencia en lo que quedara de nuestro continente. Este estatus, análogo al de los tiempos de su añorada URSS, es el que anhela Putin y el que Trump ayuda a conseguir con sus ataques contra la UE.

Puede que alguno de Uds. considere excesivamente pesimistas mis reflexiones y ya he reconocido que posiblemente ni tan siquiera el principal protagonista de todos estos catastróficos cambios vea con claridad hacia dónde nos dirigimos. Pero tan solo les haré una pregunta para terminar: si a los tres líderes autoritarios Trump, Xi y Putin les pusieran a la firma un documento con que repartirse el mundo ¿qué creen Uds. que harían?

Ángel Tafalla. Académico correspondiente de la Real de Ciencias Morales y Políticas y Almirante (r).