Editorial

La «omertá» de Pedro Sánchez al PSOE-M

El presidente del Gobierno quiere que sus planes se cumplan al pie de la letra sin injerencias de terceros y cortando de raíz cualquier brote en su contra de su poder

Pedro Sánchez ha impuesto una «omertá» siciliana encubierta en el partido socialista madrileño para que sus planes se cumplan al pie de la letra sin injerencias de terceros y cortando de raíz cualquier intención de que algún candidato se atreva a dar un paso adelante y presentar una candidatura alternativa a la de Óscar López como secretario general del PSOE-M. En su total omnipotencia, lograda tras el 41º Congreso del PSOE en Sevilla, Sánchez ha decidido que su candidato está por encima de la propia libertad de la militancia para elegir a sus representantes.

Así lo demuestra la prohibición que desde la Ejecutiva se ha enviado a todas las direcciones de las agrupaciones socialistas de España, a las que ha trasladado la orden de que no haya ningún movimiento institucional sin el previo consentimiento de Ferraz.

De fondo, se oculta la apertura de un proceso teledirigido desde Moncloa –y desde Ferraz, obviamente– para investir a un candidato único –el suyo– como líder del partido en la Comunidad de Madrid. Y lo hace con un ladino movimiento que viste de democracia interna un movimiento autoritario y lo dota de independencia fingida al ser enviado con membrete de la gestora que se ha hecho cargo del partido en Madrid tras la dimisión de Juan Lobato. Una carta que cuida las formas, pero que lleva una clara carga de profundidad que no deja lugar a dudas: el partido decide, prohíbe, elige y manda sobre todo y todos, sin excepción.

El objetivo es parar en seco los tímidos movimientos internos que se habían empezado a producir para tomar posiciones ante las primarias y que el candidato del presidente del Gobierno sea investido sin ninguna oposición ni candidatura alternativa. Todo amarrado bajo el ala.

Ya se vio por dónde iban a ir los tiros a partir de ahora después del Congreso sevillano. Las modificaciones de los estatutos, aprobadas a golpe de palmero, han limitado el poder de las bases a niveles históricos. Restringen su capacidad de decisión y la someten al dictado de Ferraz, ante la que deben reportar cualquier decisión de los órganos competentes de ámbito territorial, que pueden ser bloqueados desde Madrid sin capacidad de negociación. Además, aunque se mantiene la obligatoriedad de consultar a la militancia los acuerdos de gobierno en los que sea parte el PSOE, subrepticiamente han añadido un anexo en el que se blinda que las bases solo serán preguntadas cuando lo reclame más del 30% del comité –el máximo órgano de poder entre congresos–.

Una trampa estatuaria que deja, en la práctica, en manos del comité ejecutivo la absoluta capacidad para decidir los destinos del partido en todos los niveles: estatal, autonómico y municipal. Poder omnímodo e omnipotente para un Pedro Sánchez todopoderoso.