Quisicosas
Le Pen, ese triunfador
En los 50 años de su vida profesional dio la vuelta a Europa como un calcetín, hasta poner de moda lo que el final de la segunda guerra mundial censuró: los nacionalismos exacerbados, el proteccionismo, el racismo. Estamos donde estábamos
Se ha muerto Jean Marie Le Pen y se nos ha quedado cara de tontos. Este viejo señor ha puesto en la mesa las cartas que jugamos usted y yo en este siglo XXI, en el que ya no hay derecha ni izquierda y todo se reduce a ensalzar o relativizar los estados nacionales. Cuando Le Pen (que se llamaba sólo Jean y se puso el «Marie» en la boda, para conquistar al electorado católico) empezó la carrera en los 70, nadie daba un duro por aquella entente fundada con dos antiguos miembros de las Waffen SS, Pierre Bousquet y León Gaultier. Era el tiempo de los hippies y del mayo del 68, de modo que la defensa de cosas como familia, religión y patria daba un poco de risa. Pocos saben que fue una combinación de buena suerte y socialismo lo que lo lanzó al estrellato. Lo primero, porque su amistad con el magnate del cemento Hubert Lambert lo convirtió en millonario, cuando éste murió de cirrosis a los 42 y le dejó su herencia universal. Y, en cuanto al socialismo, fue Mitterrand el que le dio coba para dividir a la derecha. Lo invitó personalmente al telediario de la primera cadena y al programa de máxima audiencia. Le Pen tenía una retórica incendiaria que lo disparó en las preferencias pero, bocazas por naturaleza, incurrió en el negacionismo del holocausto y se hundió. Tardó en remontar. En 1995 ganó por primera vez las municipales y, en 2002, se clasificó para la segunda vuelta contra Jacques Chirac. Un frente republicano lo frenó y sus excesos lo sentenciaron frente a su hija, Marine, que lo echó de su propio partido cuando reiteró que las cámaras de gas no habían existido. Marine Le Pen fundó Reagrupación Nacional, aceptó el aborto, las parejas del mismo sexo y retiró la reclamación de la pena de muerte. Eso le dio el fiat del momento.
Hoy hemos de recordar que fue Le Pen padre el creador del discurso contra las élites corruptas y la inmigración y sobre la inseguridad, que fue calando en la sociedad francesa hasta lograr lo imposible: que los obreros se convirtieran en los principales valedores del partido. Personas insatisfechas, con trabajo precario, que veían su identidad desdibujada por el «multiculturalismo». Jean Marie Le Pen ha sido el embrión de las corrientes que han ganado las elecciones europeas en Francia, que se han impuesto en Italia o Austria y que ahora ponen en jaque Alemania. En los 50 años de su vida profesional dio la vuelta a Europa como un calcetín, hasta poner de moda lo que el final de la segunda guerra mundial censuró: los nacionalismos exacerbados, el proteccionismo, el racismo. Estamos donde estábamos.
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