
Sin Perdón
El príncipe Andrés o lo que no tiene que ser la monarquía
«La expulsión del príncipe Andrés es una medida acertada y acorde, afortunadamente, con los tiempos que vivimos»
Las islas Británicas han sido gobernadas por sistemas monárquicos desde la Antigüedad hasta nuestros días, con la excepción del periodo en que fue República desde la ejecución de Carlos I Estuardo hasta la caída del Protectorado. Es lo que se conoce como la Commonwealth de Inglaterra. La monarquía fue abolida y se instauró en primer lugar una república parlamentaria sin una jefatura de estado, aunque con Cromwell como hombre fuerte. Entre 1649 y 1652 fue un régimen civil con tutela militar, pero finalmente disolvió el Rump convirtiéndose en dictador de facto hasta que lo constitucionalizó con el Protectorado. En ese momento se convirtió en dictador de derecho bajo el título de Lord Protector. Fue una dictadura militar caracterizada por un gobierno militar directo. La experiencia de 1649-1660 dejo una fuerte huella en la sociedad británica y no han existido movimientos republicanos con apoyo popular. Hay que tener en cuenta que la guerra civil inglesa (1642-1651) provocó más de 200.000 muertos, el rey Carlos I fue juzgado y ejecutado, algo que era impensable para la mentalidad de la época, se abolió la monarquía y la Cámara de los Lores y se instauró una República que sería muy inestable.
Esa década sin rey terminó con la dictadura militar de Cromwell que su inepto hijo, que no tenía ni experiencia militar ni prestigio político, fue incapaz de mantener. Los generales forzaron su renuncia y restauraron el viejo Rump Parliament. Durante la República hubo censura y represión puritana, crisis económica y religiosa y el caos político tras la muerte del Lord Protector. Por tanto, la República quedó asociada a guerra, desorden y fanatismo. El régimen republicano fracasó por su incapacidad para sustituir la legitimidad monárquica por una estructura institucional alternativa que fuera estable. Al final, tras esos veinte años de guerras y puritanismo la población deseaba orden. El general Monck asumió el poder y estableció una serie de condiciones para la restauración de la Monarquía que fueron asumidas por el Parlamento surgido de las elecciones que convocó. Desde entonces hasta nuestros días, la monarquía británica ha sabido adaptarse a las necesidades de la sociedad generando una sólida vinculación que ha permitido superar los diferentes conflictos y escándalos. Ha habido reyes de todo tipo e incluso se depuso a la Casa Estuardo tras la Revolución Gloriosa. El poder del rey fue limitándose progresivamente. La falta de dominio del inglés de los primeros monarcas de la Casa de Hannover fue un factor clave, aunque no el único, en el desplazamiento efectivo del poder político desde la Corona hacia el Gobierno y el Parlamento. Jorge I, príncipe elector de Hannover, hablaba alemán, algo de francés y muy poco inglés por lo que apenas entendía a sus ministros y no tenía arraigo en Inglaterra. Por ello, se centró en los asuntos de Hannover y su prioridad era conservar su electorado dentro del Sacro Imperio. El poder efectivo recayó en sus ministros y en un grupo reducido, el Cabinet Council, al que casi nunca asistía y que se convirtió en un gobierno colegiado ministerial. Con su hijo, Jorge II, se consolidó un sistema ministerial y parlamentario que sería irreversible a pesar de los intentos de Jorge III, el primero que nació y fue educado en Inglaterra.
Esta evolución y lo que sucedería a partir de ese momento, con el acontecimiento histórico de perder las colonias que serían el inicio de los Estados Unidos, explican el profundo arraigo de la Monarquía en la sociedad británica. Fueron capaces de crear uno de los mayores imperios de la Historia, superar la ruptura con Irlanda convertida en república, las diferentes crisis económicas e institucionales como la provocada por la abdicación de Eduardo VIII en 1936, y la perdida de los territorios que formaban el Imperio, aunque manteniendo una menguante Commonwealth.
La Monarquía necesita ser ejemplar en cualquier país para sobrevivir. Han existido personajes deplorables dentro de la familia real británica. No solo el príncipe Andrés, sino otros a lo largo de la Historia. Los tiempos modernos hacen que conozcamos los más mínimos detalles de su sórdida vida y su incapacidad para estar a la altura de lo que es exigible a una persona que nació rodeado de todos los privilegios. Tanto él como su sobrino Harry, duque de Sussex, son una muestra de las personas que no pueden formar parte de la institución y que no merecen tener ningún tipo de título o papel institucional. El caso del hijo favorito de Isabel II refleja todo aquello que ni puede ni debe hacer un miembro de una familia real. Desde que se conocieron los escándalos sexuales y económicos que había protagonizado fue perdiendo sus honores. En enero de 2022 le quitaron sus títulos militares y patrocinios reales, así como quedaron suspendidas sus actividades públicas. Finalmente, ha tenido que renunciar al uso público de los ducados de York y a los títulos subsidiarios de conde de Inversess y barón Killyleagh, la orden de la Jarretera y la Gran Cruz de la Orden Victoriana. Es cierto que ha renunciado al uso, aunque sigue siendo el titular de todos ellos y mantiene la condición de príncipe, ya que su madre ya era reina cuando nació.
El príncipe Andrés siempre me pareció un personaje pagado de sí mismo, arrogante y soberbio. Su caída permite reflexionar sobre la necesidad de limitar los privilegios y funciones, como acertadamente ha hecho Felipe VI en España, dentro de las familias reales. Una cosa es la familia del rey, que puede ser o no muy amplia y otra muy distinta la Familia Real, no hay más que ver la Casa Imperial en Japón, que tiene que ser lo más reducida posible, así como ejemplar. Esto conduce a la necesidad, también, de establecer mecanismos de transparencia y un control riguroso de sus gastos. Por tanto, la expulsión del príncipe Andrés es una medida acertada y acorde, afortunadamente, con los tiempos que vivimos.
Francisco Marhuenda. De la Real Academia de Jurisprudencia y Legislación de España. Catedrático de Derecho Público e Historia de las Instituciones (UNIE)
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