
Y volvieron cantando
Renqueante imagen internacional
La política exterior no es moneda de cambio en la trifulca electoral doméstica. España era creíble, hoy chirriamos hasta en la OTAN
El atronador silencio de la Moncloa frente al Nobel concedido a María Corina Machado es la penúltima gran prueba demostrativa de que, en materia de relaciones internacionales, este gobierno, atado de pies y manos a la misión suprema de mantener a Sánchez, no sabe por dónde le viene el aire. El presidente ya tiene su «amigable» fotografía con Trump pero ahora, con el proceso de paz ya rodando en oriente próximo, ¿qué hacemos? Lo de nuestra autoexclusión del Festival de Eurovisión no pasa precisamente por ser una gran cuestión de estado, pero sí un síntoma que define a la perfección la errática política española en materia exterior. Si nadie lo remedia, la «televisión de todos» mostrará con su politizado plantón la marginación general en la que queda arrumbado nuestro país gracias a la obsesión del gobierno por cambiar lo que siempre fueron políticas de estado por ramalazos ideológicos de nefastas consecuencias. En plenas negociaciones entre israelíes y palestinos dentro del proceso de paz aplaudido por el gobierno de Sánchez –incluidos quienes, como la vicepresidenta Díaz lo criticaban hace os semanas– resulta que España pone su granito de arena por la concordia no acudiendo a Eurovisión y aprobando un embargo de armas contra Israel.
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La obsesión por tratar de señalar desde la izquierda española sus particulares caminos correctos en el mapa geopolítico mundial nos está llevando a ridículos tan estratosféricos como el de ser un estado democrático occidental que no se atreve a condenar al sátrapa Maduro –el silencio ante el Nobel de Machado ha sido definitorio– e incluso hasta parece ser rehén de algunas inconfesables deudas con el régimen venezolano. Nuestro gobierno, sumido en una de las mayores irrelevancias internacionales durante décadas de democracia, se permite incluso dar lecciones de pacifismo alentando algaradas como la que reventó la Vuelta Ciclista a España, imagen que dio la vuelta al mundo, o aplicando una escala de valores a la hora de aplaudir o condenar a según qué regímenes –valga el caso de China– en función de nuestras particulares miserias ideológicas. Otros presidentes del gobierno –especialmente González y Aznar– mostraron distintas maneras de contemplar nuestra posición internacional y la política de alianzas, pero siempre tuvieron claro el sentido de estado, sobre todo porque sabían que la política exterior no es moneda de cambio en la trifulca electoral doméstica. España era creíble, hoy chirriamos hasta en la OTAN.
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