Sin Perdón

¿Sánchez hará impune a Puigdemont?

«Una democracia ni puede ni debe dejar sin castigo a delincuentes entre los que se encuentran, además, corruptos»

Me sorprende el grado de irascibilidad del sanchismo y sus acólitos políticos y mediáticos. No parece que todo vaya tan bien cuando se pasan el día atacando a Feijóo y le piden que renuncie a la investidura porque es fake, fallida o absurda. Este jueves me entretuve escuchando a los diferentes portavoces. Patxi López nunca defrauda. No sé si le han prometido un ministerio, pero estaba más chulo de lo habitual. Lo suyo es ir a garrotazo limpio. Nada que ver con los grandes portavoces que ha tenido el Congreso a lo largo de su historia. Es un pintor de brocha gorda que ni siquiera intenta esconderlo. La realidad es que la amnistía está provocando un gran daño reputacional al PSOE. Al margen de Perez Royo, Pallín y algún otro desaforado sanchista, el despropósito de esta medida es incuestionable. No sólo no es constitucional, sino que no tiene ninguna lógica política y apoyo social. La situación es tan grave para el PSOE que han tenido que expulsar a un referente ético como Nicolás Redondo. En cualquier momento hacen lo mismo con Felipe González y Alfonso Guerra.

Es fácil imaginar lo que diría Rubalcaba ante esta barbaridad que quiere perpetrar Sánchez. El dinamitar la arquitectura constitucional y la separación de poderes, que es lo que realmente representa la amnistía, no es algo que no vaya a pasar factura al actual líder socialista. Todo el mundo sabe que es el pago para lograr la investidura. No es una medida de gracia que sea necesaria o útil, porque la situación en Cataluña es de absoluta normalidad. Los independentistas, además, están en retroceso. Lo que exigen Puigdemont y sus amigos es algo tan escandaloso como la más absoluta impunidad. No solo no se arrepienten, sino que han asegurado que lo volverán a hacer. Es como indultar a un ladrón que anuncia que asaltará un banco cuando consiga la libertad. No estamos ante una medida similar al indulto, sino que se quiere consagrar que no han cometido ningún delito. Una democracia ni puede ni debe dejar sin castigo a delincuentes entre los que se encuentran, además, corruptos.

Francisco Marhuendaes catedrático de Derecho Público e Historia de las Instituciones (UNIE)