Mirando la calle
Sara y el cáncer
«Hay quien lo grita y quien lo calla. Nadie sabe cómo manejarlo»
Sara Carbonero es una de esas mujeres a las que el mundo enteró veneró en cuanto su figura se hizo pública. La bellísima periodista deportiva, que encontró el amor a ritmo de Waka-Waka, en el único mundial de fútbol que hasta ahora ha ganado España, se convirtió, tras el beso de su ya exmarido Iker Casillas, en la viva imagen de la mujer que lo tenía todo. Sin embargo, cuando parecía que su felicidad no podía dar más de sí, con un matrimonio feliz, dos preciosos hijos y una carrera consolidada, aderezada con el interés de infinidad de marcas en contratarla como embajadora, por su personalísimo estilo, la vida decidió jugarle una mala pasada. El cáncer llegó a su vida a los 35 años. Y lo arrasó todo. Sara no entendía nada y solo acertaba a preguntarse una y mil veces porqué. Durante mucho tiempo se ocultó. Incluso decidió no pronunciar la palabra, como confesó entre lágrimas al recibir un premio de la revista Elle, pensando que, si no lo nombraba en voz alta, desaparecería. Ahora Sara ha querido hacer público su tormentoso camino hasta aquí (que sabe que no ha concluido, porque ha tenido que aceptar que, de por vida, será una paciente oncológica), para que su testimonio ayude a otras personas. La sinceridad sin edulcorar con que la contó un delicado proceso que arrasó su matrimonio y la invalidó como la madre que le hubiera gustado ser, pletórica en fuerzas y dedicación, y la obligo a resignarse con la comprensión y complicidad de unos hijos muy pequeños, para poder seguir adelante, fue estremecedora. Todos tenemos una historia de cáncer próxima. Yo misma viví el cáncer de uno de mis seis hijos y un diagnóstico de un cáncer propio, durante meses, que resultó erróneo tras una operación. Hay quien lo grita y quien lo calla. Nadie sabe cómo manejarlo. Quizás la única manera de hacerlo es, como Sara, respetando los tiempos hasta nombrarlo y concienciándose de que la investigación lo es todo. Porque, como ella dijo, para un paciente oncológico no hay mayor alegría que, a la respuesta de su repetitiva pregunta de «¿hay algo nuevo, doctor?», recibir un «sí».
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