Biblioteca Harley-Davidson

El sereno

La tarea para quien se ha bautizado pomposamente como relator, será al fin y al cabo similar a la de los antiguos serenos: dar unas palmadas para que les abra la puerta

¿En serio que han sido incapaces de encontrar nadie mejor para el famoso papel de relator del no menos famoso y opaco arreglo de Suiza? ¿Qué ha sucedido? ¿Nadie ha querido optar y han tenido que bajar el listón? Seguramente, el tal señor Galindo es un cabal cabeza de familia y un digno ciudadano, pero alguien debería haberle avisado dónde se metía.

Por una parte, resulta que existió hace poco en nuestro país un personaje cómico de la televisión privada con el que no solo comparte nombre sino también cierta retirada. ¿Es acaso un guiño del gobierno a la población para reconocer (al menos subliminalmente) que todo el asunto es una monumental tomadura de pelo?

De otro lado, resulta inevitable preguntarse por qué, si el gobierno se afirma partidario del acceso de la mujer a los puestos decisivos, no ha elegido para cubrir ese papel a una relatora. No es mi caso, pero, cuando se ha de recibir un severo correctivo (como es probable que a veces les pase a algunos de los dos contendientes de Suiza), sé que a algunos les hace más feliz que se lo administre una bella señorita. Si eso les pudiera parecer machista a nuestra supuesta progresía, siempre tenían la opción de nombrar a Paca la Piraña.

La tarea para quien se ha bautizado pomposamente como relator, será al fin y al cabo similar a la de los antiguos serenos: dar unas palmadas para que les abra la puerta. Por tanto, le recomendaría que la primera lectura que debe hacer para ponerse un poco al día de la situación sea el inmortal libro de Collodi.

Seguro que sabe a cual me refiero: aquella historia de un títere cuyo nombre empieza por la letra pé, que abandona su casa, empieza a hacer teatro, se asocia con malhechores y acaba por ambición metiéndose (y metiendo a los demás) en innumerables líos.

Es aplicable a cualquiera de los dos interlocutores.